Soy de los que creen que solo con participación ciudadana pueden los gobernantes, lograr gobiernos exitosos que trasciendan en la historia. La participación es nuestra obligación y es un deber ciudadano, aunque los datos reales reflejan lo contrario, pues de acuerdo con los datos oficiales y estudios académicos disponibles, la ciudadanía participa preponderantemente solo en las elecciones y aun en estas, las tasas de votación son menores al 50 % del padrón electoral. ¿Por qué somos tan apáticos? En nuestro querido León hemos tenido alrededor de 30 años de ejercicios de participación y considero que este modelo ya se agotó. Paso a explicar.
El Poder Ejecutivo local (en nuestro caso, gobernador y alcaldes) son electos por democracia representativa y por tanto, son en última instancia, los responsables de las buenas o malas decisiones que tomen. Sin embargo, con Carlos Medina Plascencia al llegar como gobernador en 1991, abrió una manera de gobernar al formar Consejos y Comités ciudadanos. Decía que “tanta sociedad como fuera posible y tanto gobierno como fuera necesario”. Cuando en León primero y después en todo el estado, el PAN (partido todavía mayoritario) formó estos espacios de consulta y en algunos, de decisión, partió seguramente de la idea de escuchar necesidades y diseñó incluso, una manera particular de “controlarlos”: las leyes y reglamentos debían tener una composición de los Consejos, tal, que asegurara que siempre tuvieran la mayoría miembros afines al gobierno.
Así, ya sea en dependencias centralizadas o descentralizadas, se caminó hacia Consejos que incluso podían decidir el nombramiento de titulares (a mí me tocó ganar por oposición la Rectoría de la UTL, propuesto por el Consejo Coordinador Empresarial y el gobernador Fox solo podía vetarme o ratificarme). La composición, sin embargo, al ser mayoritariamente gubernamental, tenía solo a una minoría de la sociedad civil. Y aquí está el secreto: las cámaras empresariales se toman en León como sociedad civil y con esto, desde entonces, los Consejos “ciudadanos” tienen una enorme “sobre representación” empresarial donde la verdadera sociedad civil, no cabe. Esto es, trabajadores de la cultura, académicos, líderes sociales, obreros, campesinos, estudiantes.
En alrededor de 30 años intenté por todos los medios, fomentar la participación ciudadana en los espacios que los gobiernos del PAN abrieron desde entonces en León y en el estado. Fui uno de esos ciudadanos que creí en este mecanismo, en el cual, la autoridad se abría a escuchar las necesidades ciudadanas. Desde el estudio que la querida y tan preparada Sara Mata hizo con Alianza Cívica, en que fue desmenuzando el perfil de los “Consejos Ciudadanos” en la ciudad, fue que comprobé numéricamente lo que había vivido por décadas: los Consejos en realidad deberían llamarse “Consejos Empresariales”, pues han estado desde entonces y hasta la fecha, controlados por quienes forman parte de la élite económica.
Partiré de una definición: todos somos “ciudadanos” porque coexistimos en la ciudad. Pero la diferencia es si representamos al “pueblo” o solo a la “élite”; defino: el “pueblo” es la mayoría, el 55 % de leoneses que utiliza el transporte colectivo, que es trabajador de la cultura, jóvenes que forman parte de colectivos, el profesor de escuela pública, el obrero o el trabajador de la construcción; esto es, quienes viven el drama diario de la sobrevivencia y cuya palabra, expresa las carencias y que se traduce en propuestas sencillas cuando se trata de decirles a los gobierno lo que se vive en las calles.
La realidad hoy es la misma que Sara reflejaba en el estudio: los Consejos tienen una subrepresentación “social”, pues, aunque los reglamentos establecen que debe haber mayoría de la sociedad, en la práctica, es el gobierno el que toma las decisiones y selecciona previamente a los miembros e incluso arregla todo para definir a quien presidirá el Consejo y terminamos firmando actas y validando decisiones tomadas.
Haciendo una estadística de los Consejos estatales y de los de León (en otra ocasión presentaré el análisis completo), 3 de cada 4 consejeros han sido empresarios propuestos por las Cámaras y solo 1 de cada 4 han sido representantes de organismos de la sociedad civil; 3 de cada 10 se movieron después hacia la vida política y 8 de cada 10 han sido varones. Por eso afirmo, que los Consejos donde no ha habido y seguramente no habrá representación popular nunca, son: la Feria, Sapal y el Implan. El costo de no escuchar al pueblo, de no “democratizar el agua”, de solo permitir a una élite definir el crecimiento de la ciudad, es que las mayorías no estén representadas y que el pueblo se siga sintiendo relegado de las principales decisiones.
RAA