No te conviertas en un simple registrador de hechos, trata de penetrar el misterio de su origen.
Iván Pávolv
Quizá la clave para entender lo sucedido en la noche de Iguala sea el sexto autobús. No es el quinto, el 3278 de Estrella Roja, sobre el que el GIEI afirmó sin fundamento que transportaba droga. El realmente importante es el 2513 de Costa Line, olvidado por las investigaciones. “Resulta grave que la autoridad ni siquiera haya practicado actuaciones básicas de inspección, aseguramiento y realización de pruebas periciales al autobús.”, señala la Recomendación VG 15/2018 de la CNDH (p. 345).
El documento señala que los normalistas fueron enviados a Iguala no para robar autobuses para la manifestación del 2 de octubre, sino por instrucciones de un líder criminal interesado en una sola unidad.
Bernardo Flores Alcaraz, el Cochiloco, era el jefe de un grupo de normalistas de primer año en Ayotzinapa. Después de una infructuosa salida en la mañana para robar autobuses, les dijo a los estudiantes que se quedarían en la escuela esa noche de viernes, 26 de septiembre. A las 5:30 de la tarde, sin embargo, les dio nuevas instrucciones: no solo saldrían a secuestrar autobuses, sino que lo harían, inusitadamente, en Iguala, a una hora y media de distancia. La orden venía de David Flores Maldonado, La Parka, secretario general del comité estudiantil de Ayotzinapa, pero él recibió las órdenes del Carrete, Santiago Mazari Hernández, jefe de Los Rojos en Morelos (apartado 27 de la recomendación).
Tan no iban los normalistas a robar autobuses en general que el grupo que se apostó en la caseta de Iguala, en el autobús 1568 de Estrella de Oro, dejó pasar a cuando menos cuatro. El verdadero objetivo era el Costa Line 2513, que alrededor de las 3 de la tarde había salido de Acapulco e hizo escala en Chilpancingo, donde subieron personas armadas. En el autobús los vio una mujer con vínculos con Guerreros Unidos, como señalan los mensajes de Blackberry revelados en un juicio en Chicago. La mujer se bajó del autobús, pero dio la alarma a sus contactos, lo ucal hizo que Guerreros Unidos le pusiera atención al autobús. Este llegó a Rancho del Cura, en Iguala, a eso de las 8 de la noche. Ahí se encontraba el segundo autobús de los normalistas, el 1531 de Estrella de Oro. El que arribaba era el 2513, el que debían secuestrar.
Sin embargo, pasó algo inusitado. Los choferes tienen instrucciones de entregar los autobuses a los estudiantes para evitar actos de violencia, pero el del 2513 se negó a hacerlo y fue apoyado por un pasajero muy aguerrido, que no sabemos si era de los que venían armados. Tras discutir, los normalistas aceptaron que el autobús llegara a la terminal y los pasajeros bajaran con su equipaje antes de llevarse la unidad. Ocho normalistas abordaron, pero cuando llegaron a la central el chofer metió el autobús a los andenes, que no era el trato, y los pasajeros bajaron todos y se llevaron sus equipajes. El conductor descendió también, con las llaves, y se encerró en las oficinas. Los normalistas le avisaron al Cochiloco, que estaba en la caseta, y enfurecido se fue a la terminal con el grupo del 1568. Con los dos autobuses, 1531 y 1568, bloquearon la central y trataron de llevarse el 2513, pero no pudieron. Lo vandalizaron de coraje y se robaron otros tres. Con esos cinco se fueron, ya para regresar a la Normal, cuando empezaron los ataques en su contra.
No sabemos quiénes eran los pasajeros armados, ni por qué el 2513 era tan importante. La CNDH apunta que no “se le practicó ningún peritaje”; pero, “a la postre, se convirtió en pieza detonante y desencadenante en el desarrollo de los acontecimientos”.
Tortura
La FGR está investigando a marinos por una supuesta tortura al Chereje, Agustín García Reyes, de Guerreros Unidos. Está bien, pero resulta que la tortura fue “psicológica” y que a los marinos se les imputa además el crimen de desaparición forzada. La fiscalía se preocupa más por castigar a quienes persiguieron a los asesinos que a los asesinos.
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Gsz