La memoria trae olores de La Habana vieja, donde viejas casonas caen o se sostienen sobre viejos puntales de madera. Los olores a cloaca y a ladrillo viejo pican la nariz, aunque a veces disminuyen un poco porque se ocultan en el humo que sale del escape de los viejos autos Chevrolet de los años cincuenta.
En sus calles hay cambistas, y hombres mayores que abastecen encendedores de gas con un pequeño tanque. Todo es tan escaso que los fumadores conservan lo que en otros países desechan.
En la Quinta Avenida, la de las embajadas y el paso de coloridos coches descapotables, las aceras lucen reventadas y sucias, con pasto seco; una muestra de que La Habana no tiene los medios para mantenerse, ni siquiera para tener con dignidad la “gran avenida”.
Los semáforos, apagados por la falta de electricidad, dejan el trabajo a los agentes de tránsito parados en taburetes, como vimos en nuestra infancia, justo en los años en que llegó la revolución de Fidel Castro.
En esa misma calle, los autobuses pasan tan separados en el tiempo que los habaneros esperan y esperan, buscando refugio del calor en grandes y viejos árboles. Una vasta construcción gris de concreto parece mirarlo todo con sobria tristeza, es la embajada de Rusia. Algunas embajadas impecables se distinguen, como la de Arabia Saudita o Italia. Son oasis frente al deterioro de todo lo que rodea la avenida.
Poco ha cambiado en medio siglo desde que Jorge Edwards, entonces representante de negocios de Chile, narrara la agonía de vivir en La Habana. En su memoria, llamada “Persona non grata”, habla de apagones, largas colas para comprar víveres, la locura de Fidel por el volumen de la zafra de caña o proyectos agrícolas sin sentido. Desde entonces usaban el pretexto para culpar a otros del fracaso de la economía: el “bloqueo o embargo de Estados Unidos”.
Edwards fue un diplomático, poeta y escritor chileno alineado con la izquierda de Salvador Allende, razón por la cual fue enviado a Cuba cuando ganó las elecciones la “Unidad Popular” en 1970-71.
Por su nombre y ascendencia “burguesa” y su convivencia con escritores críticos como el poeta Heberto Padilla fue señalado por los radicales de la revolución como “persona non grata”. Sus memorias, escritas hace 52 años, en 1971 y revisadas años después, reflejan la realidad de una dictadura comunista donde las imágenes de lugares y personas parecen inmunes al tiempo.
En Cuba anunciaron que habría apagones porque no tienen combustible para alimentar sus termoeléctricas. Habrá paros en las pocas fábricas que aún producen algo, las largas colas para suministrar gasolina y diésel prueban, una vez más, la paciencia de quienes no hacen nada porque nada hay que hacer.
Es una lástima que México aliente la dictadura con dádivas de un millón de barriles de petróleo que sólo prolongará la agonía del pueblo cubano. Este año, la producción de bienes es inferior en un 40% a la del año pasado, un duro golpe para un país ya afectado por la escasez de insumos esenciales.
Mientras el país se cae a pedazos, los cubanos parecen vivir como zombies. Sólo un día heroico marcó la diferencia, el 11 de julio del 2021, cuando marcharon por la libertad. Después, sumisos, permitieron que encarcelaran a los líderes del movimiento Patria y Vida.