En el refrigerador queda aún un trozo de pastel, las flores se han ido secando y deshojando en los floreros, mas aún perduran sus colores; algunos dicen que tengo un año menos, yo pienso que viví a plenitud uno más y me siento venturosa.
Y como cada día es una fiesta, hoy sigo festejando la vida prestada en cada inhalación, sé que mi respiración es la amiga fiel que llegó y se irá conmigo, juntas harémos el equipaje a media tarde sin olvidar ningún recuerdo, partirémos envueltas en cientos de abrazos de todas las celebraciones.
Lamentablemente sólo una vez cada año es el cumpleaños, aunque razonando así, tendría el doble de edad, no importaría porque el tiempo es relativo, sin embargo, decido seguir celebrando a destiempo, sin otro motivo que la permanencia en este hermoso mundo que incluye a mis compañeros de viaje.
Dos, comenzaron y otros se fueron sumando, se unieron por caminos aledaños, salieron al paso por veredas, ignorando que había un plan preestablecido para que caminaran conmigo, o yo con ellos, y en esta magia que da el encuentro y la coincidencia, a nadie va a dejarnos con las manos vacías.
Intentando entrar a otros caminos, fui alejada con desdén sin tomarse la molestia de dialogar conmigo, sin interesarse en fortalecer lazos que nos hubieran unido, ignorando nuestros rasgos similares tratándome como una extraña, y ante mi asombro, vi irradiar su luz que iluminó jardines ajenos, parques solitarios, sintiendo el escozor de su mala hierba en el alma que nunca dejó de preguntarse.
Mas hoy, no quiero hablar de ellos, sino de los que van conmigo, no delante ni detrás, sino a los costados para permitir vernos las caras y poder sonreírnos, con la alegría que da la cercanía de sabernos queridos.
Caminamos y nos miramos con empatía, porque sabemos que hemos zurcido nuestros espíritus y ninguno ha escapado de los percances. No nos ufanamos de ser imperfectos, más sí de ser resilientes y de haber pulido las aristas filosas que un día nos rasgaron, somos hábiles sastres que comprenden la vulnerabilidad por haberla vivido en carne propia.
Me alegra ver de entre millones de vivientes a los míos, a los que les tocó convivir conmigo, son mi grupo, mi clan, mi familia, y no son solo ellos, sino otros que se fueron sumando que pareciera que lo fueran, personas que tomaron un lugar en mi vida sin prioridades de sangre y se entretejieron en mis días hasta que fueron parte de mi historia.
Quiero pensar que habrá más celebraciones, más pasteles y flores frescas, muchas oportunidades de sentarnos a la mesa y convivir, de expresar nuestro afecto en la mirada y despedirnos con la sensación de que seguimos juntos, me ilusiona la idea de coleccionar más abrazos, que increíblemente no abultan el equipaje porque se cargan en el alma.