Ya en este espacio he planteado algunos de los trámites más complicados en nuestro querido País, que sufre un sistema de trámites, diseñado para desesperar a los más pacientes y para aletargar lo que debería ser una economía dinámica. Al contrario que los países más competitivos como Singapur, México sigue sumido en una tramitología que está construida para justificar a un enorme aparato burocrático que nos cuesta mucho a la ciudadanía.

Ya he planteado aquí, trámites complicados en los tres niveles de gobierno federal, estatal y municipal, y cuánto es el “costo de oportunidad” que de acuerdo a la COFEMER (Comisión Federal de Mejora Regulatoria) -por cierto, en apenas vida latente-, sufre el País por tener a ciudadanos sin producir, esperando en las filas, la solución a un trámite. Sí, alrededor de 90 pesos es lo que cuesta una hora de estar esperando a que funcionarios nos atiendan, incluso en “ventanillas virtuales” o buzones de atención.

Así, he planteado lo complicado que es una alta y baja de placas de otro estado, la obtención de un uso de suelo, la unificación de una CURP o tramitar la adopción de un menor. Pero si es complicado o imposible adoptar en México y en Guanajuato, es también complicado sobrevivir a trámites que vienen después de haber adoptado. Platico mi experiencia después de haber tramitado y obtenido, a lo largo de 5 años, dos “certificados de idoneidad” para poder adoptar. Así, que nadie me puede negar el viacrucis que supone la adopción.

Pero ahora me voy a referir a tres trámites que deben sufrir las familias que hemos adoptado a un menor (aunque hay otros). El primero que pondré como ejemplo, es obtener el acta de nacimiento del menor adoptado. El segundo, tramitar lo que supone el cambio de nombre frente al sistema educativo nacional y el tercero –en el que estoy sumido hace 2 años-, es obtener para ellos, un pasaporte. Además, atrás de todos estos “tortuguismos”, está la “re victimización” de los huérfanos, que, en todos estos trámites, reciben de nuevo, de parte de los funcionarios, la ofensa, el agravio, de recordarles que son “adoptados” y no hijos legítimos.

En el trámite, por ejemplo, del acta de nacimiento, los padres adoptivos deben hacer visitas a los municipios de origen donde el menor nació (en mi caso, hacer 3 viajes), para llevar los documentos originales resultado del complicadísimo juicio de adopción (recordemos que no basta con que el DIF canse por años a familias que aspiran a adoptar a un menor o a salvarle la vida), sino que deben al final del trámite, librar un juicio ante el Poder Judicial. Pero el caso, es que los papás deben contratar a abogados para que realicen esos trámites o exponerse a lo complicado que es tramitar el acta de nacimiento, que se convertirá en un “acta extemporánea”; es decir, un acta que tendrá un estigma donde en todos los trámites a futuro, los funcionarios públicos, casi gozarán con regresar el trámite, cuando descubren que el acta del menor adoptado es “extemporánea”, es decir, se emitió meses o años después de su nacimiento biológico y su registro en un acta.

El segundo aspecto que aquí menciono y que sufren los huérfanos al ser adoptados, son los problemas para cambio de nombre en el sistema educativo nacional y que son complicadísimos, pues se detectará un acta de nacimiento “extemporánea” y esto hará complicado sus altas y bajas en escuelas. Pero el tercero y del cual me quejo amargamente, es el trámite del pasaporte para un menor adoptado y por ello, maldigo a la Secretaría de Relaciones Exteriores, pues ellos re victimizan a los menores al exigirles obtener una constancia del juicio de adopción y una “ejecutoria”, aduciendo que el acta de nacimiento de adopción “no es válida”. Por eso, en 4 citas (de esas que tardan meses en obtenerse incluso 2 en otras ciudades), los funcionarios de la SER han sacado a nuestra hija del trámite e incluso de la toma de foto, señalando nuevamente que ella “es adoptada” y no puede obtener el pasaporte por tener un acta “extemporánea”. Esto nos ha impedido el obtenerlo y tiene, al igual que otros trámites, el efecto perverso de estigmatizar y ofender a los menores adoptados. Aunque es muy bajo el número de quienes aspiran a obtenerlo, la negación de este trámite a las familias adoptivas es uno de tantos trámites que hacen de nuestro País, un sistema complicado para vivir, crear, emprender y obtener documentos oficiales.

Gsz

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