“Una brillante novela sobre un hombre que, venciendo un sinfín de adversidades, conduce a su país a una era de armonía y amor”, se lee en la cuarta de forros. “Una acertada mezcla de realismo socialista y realismo mágico, con ecos de Juan Rulfo y Silvio Rodríguez“, advierte uno de los blurbs colocados en la fajilla. “Un relato de superación personal que se transforma en la epopeya de un pueblo”, escribe La Jornada. “Un burdo epígono de la novela de dictadores latinoamericana sin el menor atisbo de originalidad”, afirma por su parte Letras Libres. “Su autor, firme candidato al Nobel”, propone sin ambages Regeneración. “El peor libro del año”, concluye Reforma.

En un solo punto coinciden los admiradores y detractores de México. La novela, de Andrés Manuel López Obrador (México, 2024), uno de los mayores best-sellers de la temporada: sus páginas no dejan a nadie indiferente. Su autor demuestra ser un astuto novelista, más interesado en la verosimilitud que en la verdad. Conviene destacar su elección de un narrador omnisciente al que resulta difícil separar del autor: es el único que sabe todo lo que sucede, el único que conoce las motivaciones de sus personajes y el único autorizado para contar la historia, es decir, nuestra historia. La democracia nació al mismo tiempo que la tragedia ática, en la que poco a poco el modelo de un solo protagonista dio paso a un cúmulo de personajes que dialogaban entre sí: la escena duplicaba el ágora. México se parece más a las primigenias piezas de Esquilo, en las que un único actor monologa sin freno, puntuado apenas por el coro.

Publicada originalmente por entregas -un capítulo diario de lunes a viernes-, México fluye a partir del inagotable monólogo interior de su protagonista, un hombre común y corriente que se descubre de pronto en una situación extraordinaria. Cada mañana nuestro héroe comparece en un escenario en el que se ve obligado a utilizar toda su imaginación para construir -sus adversarios dirían destruir- el México con el que sueña: de allí el título de la novela, copiado de otra de Pedro Ángel Palou. En teoría, se trata de un ejercicio en el que es confrontado por otras voces, encarnadas por distintos miembros de la prensa; en realidad asistimos a un brillante montaje posmoderno que le permite perorar sin fin, pues él es quien controla la duración de las intervenciones, los turnos de palabra, la estructura y el ritmo de la narración. En este esquema, los secundarios se limitan a darle pie: se trata o bien de comparsas o bien de intrusos cuyas intervenciones son desestimadas en el acto.

Como en toda novela, una vez asentadas sus reglas no queda sino seguirlas hasta el final. Dado que él es quien habla primero -y habla más-, el resto de los personajes apenas puede hacer otra cosa que glosarlo y apostillarlo. Capítulo a capítulo se repite el mismo esquema: el narrador fija los temas de conversación y, a lo largo del día, tanto en los medios tradicionales como en las redes sociales, los demás los repiten una y otra vez hasta que se disuelven en un ruido incomprensible. Insultos y alabanzas se trenzan en una fuga que neutraliza sus contenidos, que al cabo los vuelve irrelevantes. La aparente polifonía se diluye y solo prevalece el discurso monocorde del narrador, quien siempre cuenta con otros datos, sus datos: solo muy tardíamente los lectores se dan cuenta de que se hallan ante un non-reliable narrator.

Parte del éxito de la novela -130 millones de ejemplares vendidos en seis años- se debe a su trama deliberadamente maniquea, en la cual el bien siempre triunfa sobre el mal. Día tras día, el protagonista sale avante en una nueva aventura contra los monstruos del pasado: queda claro que la penetración psicológica no es uno de los fuertes del autor. Pero la medida de su talento como autor de ficción reside en la manera en que ha conseguido que la mayor parte de sus lectores -en torno a un 60%- terminen convencidos de que su México -una utopía sin violencia, con un sistema de salud ejemplar, cada vez menos desigual, eficazmente administrado por los militares siempre íntegros- es idéntico a México.

@jvolpi

 

Gsz

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