La lealtad a una opinión petrificada nunca ha roto una cadena o liberado a un alma humana. y nunca lo hará.
Mark Twain, “Consistency”, discursos
El presidente López Obrador exige lealtad absoluta. En 2020, cuando Jaime Cárdenas renunció al Instituto para Devolver al Pueblo lo Robado, se quejó de que AMLO le pedía una “lealtad ciega”, pero él solo podía ofrecer una “lealtad reflexiva”. El mandatario le respondió airado: “Si, escuchamos, pero tiene razón: pedimos lealtad a ciegas al proyecto de transformación, porque el pueblo nos eligió para eso, para llevar a cabo un proyecto de transformación, para acabar con la corrupción, para tener un gobierno austero. Sí es lealtad al pueblo, básicamente, no a mi persona”.
El problema, sin embargo, es que el presidente considera que él representa al pueblo y que por lo tanto puede exigir esa lealtad ciega. Ayer se lanzó en contra de dos periodistas, Julio Hernández, Astillero, y Carmen Aristegui, a quienes descalificó como “progres buena ondita”, por haber criticado la entrega de un reconocimiento al general Salvador Cienfuegos, secretario de defensa con Enrique Peña Nieto. Astillero le respondió en X: “Preferiría ser un ‘progre buena ondita’ que un seudoprogre mala ondita, o un robalo con poder, que navegue entre dos aguas, la del militarismo inocultable y el discurso de autoexculpación. Presidente López Obrador: Ayotzinapa y las acusaciones en EU son algunos de los temas con respecto al general Cienfuegos, titular de la Sedena con el demócrata licenciado Peña Nieto. Eso es lo relevante, no la retórica de ocasión”.
Aristegui pasó de ser una de las periodistas favoritas del presidente a una que, “como muchos otros”, busca “mantener el privilegio de agredir y de mentir y de difamar y de calumniar”. Astillero fue cuestionado en el “Quién es quién en las mañaneras” en 2021 por afirmar que la Semarnat había entregado a privados 1,800 hectáreas de la sierra de San Miguelito en San Luis Potosí. Exigió una disculpa al presidente “para que no se siga estigmatizando el ejercicio periodístico recto, honesto y crítico”. AMLO no se disculpó, pero en diciembre de ese año San Miguelito fue declarada área de protección de flora y fauna.
En el caso del general Cienfuegos, yo estoy más cerca de la posición de AMLO que de Astillero. Es cierto que el militar fue detenido en Estados Unidos por acusaciones de narcotráfico, para después ser enviado a México a petición de nuestro gobierno, que lo liberó. Sin embargo, hasta donde puedo ver en la información disponible, las acusaciones en su contra provenían solamente de testigos colaboradores, que dicen lo que los fiscales quieren escuchar. En el caso Iguala, no encuentro tampoco ninguna prueba de que Cienfuegos haya participado en el secuestro de los normalistas, ni siquiera por omisión. Esto no quiere decir que Cienfuegos no haya cometido ninguna falta, ni que el ejército esté libre de pecado, pero en un régimen de derecho, donde debe respetarse la presunción de inocencia, el general tiene derecho a continuar con su vida y a recibir los reconocimientos que merezca. Si hay información nueva que diga otra cosa, habrá que considerarla, por supuesto.
El problema con el presidente es que considera cualquier crítica, cualquier desviación a sus dogmas ex cathedra, como producto de una perversa deslealtad. Yo puedo discrepar de Astillero o Aristegui en muchos temas, y lo he hecho con frecuencia. Pero nadie tiene la patente de la verdad. Lo que no es aceptable es que el presidente siga considerando toda crítica, toda diferencia, como un acto de deslealtad o una prueba de corrupción. Para un presidente que se dice liberal, la intolerancia de la que hace gala en este y otros temas es inquietante.
Investigador
“Yo personalmente estoy conduciendo ya la investigación, yo la estoy dirigiendo”. Esto dijo ayer el presidente ayer sobre el caso Iguala. Es verdaderamente preocupante. Una investigación tan compleja como esta debe ser encabezada por un especialista imparcial, no por un político testarudo e irascible.
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Gsz