El mundo vive dos guerras; una en Ucrania y otra en Gaza. Nuestro País inundado con ríos de sangre y polarizado entre dos bandos. La historia de la humanidad nos refleja guerras y odios entre hermanos. ¿Cómo llegamos a esto? Árabes contra judíos en esa centenaria contienda donde ambos tienen parte de la culpa. En nuestro País, el fracaso de la política de “abrazos, no balazos” nos ha metido a esta realidad donde no hay respeto a las leyes y donde ganan siempre los más fuertes. Nos faltan eso sí, soluciones de raíz a la causa de la descomposición social: un sistema de creación y distribución de la riqueza que excluye a las mayorías pobres.
Es la historia de Caín y Abel. Caín es el primogénito de Adán y Eva (considerados en la tradición judeo-cristiana, los primeros humanos) y se dedica a la agricultura, mientras que Abel es pastor. Ambos hermanos hacen sendos sacrificios a Dios. Abel le ofrece un primogénito de su rebaño y grasa, y Caín los frutos de la tierra. Según el relato bíblico, Caín y su hermano Abel presentaron sus sacrificios a Dios en sus respectivos altares; al verlos, Dios prefirió la ofrenda de Abel a la de Caín. Éste enloqueció de celos y mató a su hermano. El pasaje bíblico es una síntesis de la interpelación más radical que hace la Divinidad a nuestra conciencia al preguntarnos sobre nuestro hermano, sí, sobre el prójimo, sobre quien la vida nos coloca como carnal próximo. Caín es increpado allí después de haber dado muerte a Abel, a su semejante, a su igual. Es la pregunta universal que Él nos hace a diario sobre nuestro actuar con los demás.
Cada vez dedicamos más recursos para proteger un sistema que nos privilegia a pocos y no para crear desarrollo y oportunidades para las mayorías. El narcotráfico es un negocio porque tiene mercado y hemos descuidado a nuestros jóvenes que carecen de oportunidades y sueños; el secuestro es un negocio porque tiene mercado en una cantidad enorme de mexicanos que pasean sus riquezas (el 8 % de la población que ostenta el 55% de la riqueza) frente al hambre de los más; el acto del robo es creciente cuando el 70 % de los mexicanos viven en alguna condición de pobreza y sin opciones reales para salir del hoyo de la muerte anunciada en el que están metidos; la diáspora de paisanos hacia el norte y cada vez más de nuestros jóvenes se enrolan al narco, cuando no podemos anclarlos y construir aquí sus sueños.
Las noticias de la guerra en Gaza, nos muestra que la realidad de la muerte es “nota” para los medios de comunicación y nosotros como sociedad la pedimos, le bebemos, la tragamos, en videojuegos, televisión, periódico, radio y en nuestras charlas. Tres cuartas partes de los noticieros y espacios son dedicados a divulgar a la industria de la corrupción y la muerte. Lo que muestran las imágenes y las noticias a diario, es la realidad dolorosa de una sociedad de realidades y no de utopías y que desnuda al sistema capitalista que, al centrarse solo en el desarrollo individual, perdió el rumbo original de la vida: el encuentro con los demás.
El que nuestros niños y jóvenes puedan ver desde una imagen -que en segundos se sube a la intranet-, las páginas más obscuras de la condición humana, y que la tortura, la muerte, y la desesperanza puedan ser presenciadas en los medios electrónicos en tiempo real y se comiencen a hacer comunes, normales, debe ser la verdadera señal de alarma. Se muestra cuando nuestra inercia social mata paulatinamente las esperanzas de las mayorías y de sus jóvenes. La muerte verdadera está en la oscuridad de las calles en las ciudades, en los cinturones de miseria, en el desempleo, en las comunidades rurales sin subsistencia, en la realidad del subempleo, en el abandono a los viejitos, en la deserción escolar de los jóvenes y en la imposibilidad de creer que todo se debe y se puede cambiar.
Con los siglos, la mano de Caín y la fuerza del hueso de la mula con la que mata, se transformó en un sistema económico que no puede repartir mejor la riqueza y que la deja caer sobre la humanidad de Abel. Deben venir tiempos de esperanza, en que las buenas noticias cubran a las malas, en que los testimonios de los líderes callen las malas nuevas, en que los buenos frutos superen al podrido, en que los adultos demos ejemplo a las nuevas generaciones para que construyan proyectos para lo mejor y lo bueno.
Gsz