Si el alma de una nación se evalúa por el cuidado que brinda a sus ciudadanos más vulnerables, México parece estar retrocediendo a pasos agigantados. El bienestar y la salud de nuestra gente se encuentran en medio de una tormenta política y legislativa que podría tener repercusiones desoladoras para innumerables individuos.
El miércoles pasado, presenté una postura en la Cámara de Diputados durante el debate del dictamen de la Ley Federal de Derechos y la Ley de Ingresos para 2024. Mi intervención reflejó una inquietud que comparto con numerosos profesionales médicos, especialistas en hospitales generales, de alta especialidad, institutos nacionales y con la ciudadanía en general: el Fondo Nacional de Salud para el Bienestar (Fonsabi) se encuentra amenazado.
A lo largo de los años, este fondo ha sido esencial para garantizar que los mexicanos reciban tratamientos y cuidados médicos para enfermedades catastróficas. Estas enfermedades tienen el potencial de sumir a las familias en la pobreza debido a sus costos exorbitantes, tales como cánceres en menores de 18 años, tratamientos de infartos cardiacos y tumores malignos en personas en etapas productivas de su vida, entre otros.
Por cuarto año consecutivo, en lugar de incrementar o al menos preservar los recursos, se ha estado reasignando el dinero del Fonsabi para gastos corrientes y otros proyectos que, en muchos casos, no guardan relación con la salud del pueblo mexicano. La información proporcionada por la Secretaría de Hacienda es reveladora. De los 93 mil millones de pesos que poseía el Fonsabi en 2018, más los 250 mil millones adicionales recibidos en este lapso, la Secretaría de Salud ha reintegrado a la Secretaría de Hacienda casi la totalidad, destinando menos del 2% para las mencionadas enfermedades catastróficas. Actualmente, solo persisten 33 mil millones. De cara a 2024, las propuestas de la Ley de Ingresos sugieren un golpe devastador para el Fonsabi, dejando un legado de sufrimiento, enfermedad, incertidumbre y miedo.
El Fonsabi fue concebido como un seguro para la nación por el presidente Vicente Fox y el secretario Julio Frenk. En sus mejores momentos, bajo el alero del Seguro Popular, este fideicomiso se dedicó a potenciar la atención médica sostenida y a ampliar los servicios de salud, cubriendo más de sesenta enfermedades en áreas tanto rurales como urbanas. No obstante, las acciones recientes indican que estos fondos han sido drenados subrepticiamente, ascendiendo a más de trescientos mil millones de pesos, para financiar otros proyectos no relacionados con la salud.
Para dimensionar la gravedad de este escenario, invito a un ejercicio de empatía. Imaginemos que un ser querido es diagnosticado con una enfermedad severa, como el cáncer. La angustia nos embarga, pero surge una luz de esperanza: existe un fondo destinado a cubrir los gastos médicos. Sin embargo, ese salvavidas, que en un tiempo fue sólido y confiable, ahora está desfalcado y mermado por una administración de Morena deshumanizada.
Es desconcertante y alarmante ver cómo en tan poco tiempo el Fonsabi ha sido presa de lo que se podría describir como un esquema de desvío. La falta de claridad en la administración de estos recursos, sumada a la posible canalización de fondos supuestamente para salud hacia otros fines, es altamente preocupante.
La organización México Evalúa ha señalado la ausencia de publicación sobre el número de intervenciones médicas financiadas por el Fonsabi. Esta omisión deja a nuestra población en la penumbra respecto a cuántos pacientes con afecciones graves están siendo atendidos. Y con 50 millones sin acceso a servicios de salud y un aumento en los gastos directos para tratamientos, el horizonte es sombrío.
Los recursos de salud trascienden las cifras; son vidas, esperanzas y aspiraciones. Son reflejo de la madre que anhela ver a sus hijos crecer, del joven combatiendo una enfermedad inusual, del anciano que requiere medicación para mantener su bienestar.
Es crucial que tanto los legisladores como la sociedad civil actuemos. Mi propuesta de suprimir el artículo que compromete la integridad del Fonsabi es un paso hacia la justicia. Aunque la mayoría de Morena no la respaldó, aún persiste la batalla en el Senado. Pero es esencial ir más allá. Necesitamos transparencia, responsabilidad y una revisión meticulosa de nuestras prioridades como nación.
Toda voz es esencial, cada historia es valiosa. Los mexicanos merecen acciones concretas, no sólo palabras; merecen garantías para un futuro saludable. Porque, al cierre del día, un México sano es un México fortalecido.
* Desde el “Espacio X” digo: “La esperanza cambió de manos”.