Esta semana ha sido tormentosa para Guanajuato capital. A punto de entrar al periodo electoral, exactamente cuando los políticos incursionan en una zona de turbulencia, el descocado alcalde capitalino ha decidido reeditar el explosivo conflicto guanajuatense motivado por la defensa de sus cerros sagrados, permitiendo un criminal ecocidio en las faldas de La Bufa.
Por instrucciones del munícipe, se extendió un permiso para talar árboles y devastar una zona de conservación ecológica en las faldas del crestón de La Bufa, para construir un estacionamiento de seis pisos. Esta ilegal acción se suma a la sarta de necedades y ocurrencias, con alto costo político que el controvertido personaje suma a su gestión. No fue suficiente el rotundo fracaso de construir un tercer museo de momias sin permiso del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), las múltiples denuncias de violencia de género en su contra de regidoras del Ayuntamiento, conflictos de interés en múltiples votaciones en el Cabildo, milagros inmobiliarios, ataque a vías generales de telecomunicación al cortar el internet a miles de ciudadanos, instalación de juegos mecánicos sin permisos del INAH en pleno centro de la ciudad, comercialización de todo tipo de autorizaciones, asignaciones directas de contratos, opacidad de la administración, avalúos ilegales de predios, generación de una nube tóxica sobre la ciudad, intento de urbanizar la Sierra de Santa Rosa, entre muchas otras irregularidades, que lo han conducido a ocupar los últimos lugares en las listas nacionales de evaluación de alcaldes, con calificaciones que apenas llegan a los 3 o 4 puntos.
Todo este desastre se potenció cuando en 2021 el truculento jefe de gabinete del gobernador Sinhue decidió entregarle la reelección a Alejandro Navarro, junto con la línea política de respaldar el negocio del nuevo museo-mercado de las momias. En lo que va de su sexenio el ejecutivo estatal ha cometido el error de confundir con un moderno Richelieu, a un discreto burócrata suertudo. Bajo sus pésimos consejos, hoy trae perdido el estado frente a su más peligroso enemigo. Aun así persiste en seguir los dictados de su heraldo. Fenómeno cotidiano cuando la gerencia del régimen queda en manos de los cortesanos y no de las instituciones. Por algo se creó el sistema republicano.
Y ahora tienen frente a sí el Frankenstein que ayudó a crear. Lenguaraz, alocado, violento y desenfrenado, Alejandro Navarro se convirtió en la imagen más pulida de un desgobierno ignominioso. Porque ese es el fondo del dilema: no existe gobierno en la capital del Estado. Lo que ha anidado en la ciudad de la cañada es la instalación de un equipo, respaldado por una franquicia política, dedicado a extraer rentas usando las atribuciones gubernamentales.
Todo esto, mientras los servicios públicos se degradan y los únicos programas apoyados son aquellos que garantizan la clientelización de los más vulnerables y los más susceptibles a vender su voto. En la inminente batalla electoral de 2024 la elección capitalina representará la imagen del peor gobierno que ha gestado el panismo.
A su alrededor se generará un sinnúmero de promesas de no reproducir “alejandros navarros” en el resto del estado. Limitado, el sumo asesor gubernamental le entregó a la oposición un instrumento muy valioso para condenar el voto azul, al tiempo de frenar la posibilidad de criticar al gobierno federal, ya que la conducta del alcalde coincide con muchas actitudes autoritarias del propio presidente de la República.
Mientras todo esto sucede, al gobernador le urge desactivar el conflicto motivado por Navarro. Tiene dos caminos: el derrotero que le marque su errático oráculo, socio del alcalde, o el institucional, que consiste en atender al INAH y fortalecer a su secretaria del Medio Ambiente, para que, ambas, hagan imperar la sensatez y apaguen el fuego que se extiende. Guanajuato está en vilo.