Qué ironías de la vida, desde que nací en esta bella ciudad tuve el chip de lo que llaman ahora el “estrés hídrico”, debido a que, en mi zona, región o barrio, en esos años de 1950 y algunos más aún no llegaba la red de agua potable; faltaban unas cuántas calles para ello, y los vecinos no alcanzaban para cubrir el costo de esa obra hidráulica hasta las últimas dos calles de la “Valverde y Téllez” (antes calle “Acámbaro”) en la colonia Industrial o del “Espíritu Santo”.
Hasta como a los 12 o 13 años supe lo que era abrir una llave en casa y que saliera agua pura y cristalina; antes recuerdo los esfuerzos y rutinas de mis padres y ocho hermanos para conseguir y almacenar el agua para el aseo diario.
Primero, sin problemas, porque entre mi padre y su hermano habían acordado al construir sus casas, perforar un pozo artesanal que siempre tuvo agua suficiente para ambas fincas que colindaban, pero como esa noria se ubicó en la casa de mi tío y no en la nuestra, ni en medio, se instaló una conexión hasta nuestra casa a donde había dos piletas y se almacenaba. El agua para tomar se hervía y reposaba y se depositaba en dos grandes ollas de barro junto a la puerta de la cocina, y de allí tomábamos, siempre fresca y muy saboreable.
Con el tiempo las familias crecieron, vinieron disgustos entre ambas, sobre todo con una prima de las mayores de nombre Emilia, muy maldosa por naturaleza, y por consejos de mi tía, su madre, constantemente quitaba la conexión de pozo a nuestra casa; mi madre se cansaba de pedirles que lo reconectaran y no hacían caso, hasta que llegaban en la noche mi padre y mi tío de trabajar y ya se arreglaba; así constantemente, hasta el hartazgo. Se quedaron con el pozo y desconectaron todo.
Así recuerdo, teníamos que ir para acarrear agua en botes y cubetas, mi padre y mis hermanos para llenar las piletas y varios tambos y tinas grandes para varios días. Íbamos a un pocito por donde empezaba “Piletas” y la carretera a Lagos, hoy bulevar San Juan Bosco, a la gasolinera de Cuitzeo, en su patio trasero donde había una gran pileta, con don Chuy Berruetos, con la Sra. Margarita Núñez de Plascencia, con un señor amigo de mi padre de nombre “Milín”, a la casa del padre Lucito, y con muchos otros vecinos cercanos.
Pero esa carencia fue superada gracias a mis hermanos Ildefonso y Alicia, quienes insistieron y pagaron las conexiones de agua hasta la casa.
Antes de partir a la Ciudad de México a estudiar ya nunca sufrimos de falta de agua potable; pero sí nos enterábamos de que cada asentamiento nuevo irregular o inclusive regularizado aún ahora carece o tiene escasez de agua potable.
Recientemente ha surgido un grupo de los llamados “ambientalistas”, o grupo de activistas que enarbolan diversas banderas que identifican como “causas sociales” y se erigen en protectores de derechos colectivos; varios de ellos a preservar los árboles, la vida de los animales silvestres, el buen trato a las mascotas (perros y gatos), al águila pescadora, a los mantos freáticos, y por supuesto al suministro de agua eficiente y suficiente para todos por igual. Ya han encontrado el apoyo de un juez federal que otorgó la suspensión de la continuación de una obra, y no sé si también el suministro de agua a la misma; se trata de “City Park”, un proyecto en marcha y a quien se atribuye no respetar el humedal llamado “Los Cárcamos”, y la escasez de agua y suministro a varios colonos de la zona norte de León.
Desconozco los detalles del conflicto jurídico, pero ¿será necesario detener ya el crecimiento y desarrollo de la ciudad de León Guanajuato, por falta de agua como se plantea? En tanto vemos más y más proyectos comerciales y de vivienda por doquier para la ciudad, ¿no será esto incongruente?
Y ahora nos despertamos con que habrá una elevación a las tarifas del agua potable para 2024, como una posible solución para inhibir el desperdicio o exceso del uso del agua, pero no se habla de carencia o falta de agua suficiente para la ciudad.
En la Ciudad de México viví casi 18 años en distintos rumbos y nunca padecí falta de agua. Regreso a mi ciudad natal y ahora en ambas localidades hay problemas de suministro de agua; ¿volveré a acarrearla a lomo como cuando niño? ¡Qué “estrés hídrico”!