Para los asiduos lectores que rayan sobre las páginas de sus obras adquiridas párrafos dimensionales de interés momentáneo y personal, el mundo de la escritura recordable suele llegar a introducirle de frenéticos nuevos bríos culturales. En “los versos satánicos” de Salman Rushdie dejó anotado lo siguiente:
“En aquella metrópoli de lenguas y susurros, ni los oídos más finos oían algo fidedigno”. Con marca obligada de mi lápiz sobre el renglón evidencié que la interpretación de un servidor cayó en la incontrovertible idea de reconocer al heterogéneo crecimiento humano como el motivo divergente de lo que en charlas del pasado se trataba como un inequívoco entendimiento. Vaya, ahora, entre miles de millones de personas morando las superficies del planeta, los consensos parecen haberse alejado de la cercanía del bien común. Pongamos el ejemplo con un término sencillo: “claro”, escogido al azar.
Claro es una expresión sinónima de amplia extensión que puede llegar a tener relación con lo atmosférico lo libre de obstáculos lo didáctico lo cromático lo obvio, etc. Su complejidad también está ligada a la gesticulación de las personas que conversan: la afirmación contundente o la negación absoluta llegan a admitirse con simples muecas faciales, pero entre un cúmulo de posibles interpretaciones fácil es también llegar a un torrente de dudas, incertidumbres o confusiones.
Fuese de esperar que el crecimiento demográfico del orbe se orientase, con humildad, a forjar colectividades de estrictos apegos hacia el bien común. Y, no obstante, la proliferación de especie parece dar una mayor significancia al desarrollo individual bajo el absurdo y antisocial pregón de “sálvese quien pueda”.
Justo el autor de “Los versos satánicos” glorificado por su contribución a la literatura universal no se ha podido exentar de escándalos y persecuciones. No en balde en lo que parece ser una pequeña introducción de la obra Daniel Defoe escribe: “Satanás, relegado a una condición errante, vagabunda, transitoria, carece de morada fija; porque si bien a consecuencia de su naturaleza angélica, tiene un cierto imperio en la líquida inmensidad o aire…”.
Comentarios a: femacswiney@hotmail.com
DAR