La dictadura en Venezuela le tiene pavor a María Corina Machado. Por eso la quieren destruir antes de que gane la elección presidencial el próximo año. Para que María Corina se convierta en presidenta, primero tiene que caer la brutal y represiva tiranía de Nicolás Maduro. Eso es un reto monumental. Pero ella es una mujer que durante años se ha imaginado ese improbable escenario. E imaginarse la victoria siempre es el primer paso.
La pregunta es si una dictadura que se ha sostenido a base de represión, asesinatos, fraudes y el encarcelamiento de prisioneros políticos estaría dispuesta a participar en unas elecciones en que pudiera perder. La respuesta es no. Pero la presión interna y externa obligó al régimen de Nicolás Maduro a aceptar unas votaciones en el segundo semestre del 2024 con observación internacional. Y esa coyuntura es la que María Corina quiere aprovechar.
“A una dictadura brutal – la tiranía como la que hay en Venezuela – la única forma de derrotarla es con mucha fuerza, fuerza ciudadana” me dijo en una entrevista desde Caracas. Ella es una de las pocas figuras de la oposición venezolana que no ha emigrado a pesar de las constantes amenazas contra ella y su familia. “Aquí no hay ninguna ingenuidad de nuestra parte, pero están dadas unas condiciones únicas”.
Y estas son las “condiciones únicas”.
En unas recientes negociaciones trilaterales en las que todos parecen haber ganado algo, la oposición venezolana obtuvo la promesa de elecciones, el régimen logró el levantamiento de algunas sanciones internacionales para la venta de su petróleo y Estados Unidos – que no tiene relaciones diplomáticas formales con el gobierno de Maduro pero sí una crisis migratoria en su frontera sur – obtuvo el compromiso de Maduro de recibir vuelos con venezolanos deportados.
María Corina está convencida que a todos les conviene una transición democrática en Venezuela, hasta a los amigos de Maduro. “Eso significa parar la migración, lograr que nuestros familiares regresen”, recalcó a través de una débil señal de internet. “Eso significa darle estabilidad a un país que se ha convertido en el refugio de los grupos criminales del mundo entero, que es aliado de Rusia, de Irán, de Hezbolá, de Hamas, de la guerrilla colombiana”. Pero esa transición va a necesitar “el apoyo de las democracias del mundo”.
María Corina, de 56 años – y que en su momento se enfrentó en el congreso al mismísimo Hugo Chávez diciéndole que- obtuvo más del voto en las elecciones primarias para escoger al candidato único de la oposición. Participaron más de 2.4 millones de votantes. Eso para el régimen fue “demoledor”, según asegura. No esperaban un apoyo tan grande. Por eso la atacan tanto.
En junio fue acusada, supuestamente, de corrupción y acciones contra la patria e “inhabilitada” para ejercer puestos políticos por 15 años. Pero ella niega los cargos y cree que, con la presión internacional, podrá seguir adelante. A finales de octubre, en otra maniobra para tratar de sacarla de la contienda presidencial, el Tribunal Supremo de Justicia “suspendió” los resultados de las elecciones primarias. Es difícil saber si podrá o no participar en las votaciones presidenciales. “Tú sabes que me han acusado de todo …”, me dijo sonriendo, antes del anuncio del tribunal. “Todas las acusaciones que han hecho en mi contra – la inhabilitación, etcétera – sabemos que son decisiones políticas que se van a ir derribando.”
Las dos elecciones presidenciales en las que ha participado Maduro, en el 2013 y el 2018, fueron consideradas fraudulentas por la oposición y por organismos internacionales. ¿Qué les hace pensar que en el 2024 va a ser algo distinto?
“Nosotros no somos los mismos, Jorge”, me aseguró María Corina. “Hemos aprendido mucho desde entonces. … Y entendemos que el régimen está, además, en su peor momento histórico. Ha perdido toda su base social, incluso su capacidad de represión en las bases de los cuerpos de seguridad. …Y hasta sus propios gobiernos aliados, cercanos de la región, empiezan a entender que por el propio bien de sus países, lo conveniente para todos es una transición sostenida y pacífica a la democracia.”
María Corina espera en Venezuela un escenario parecido al ocurrido en Nicaragua en 1990 cuando los sandinistas, que controlaban todo en el país, perdieron unas elecciones con vigilancia internacional frente a Violeta Barrios de Chamorro. Recuerdo perfectamente esa noche en Managua, esperando a que la junta de gobierno sandinista reconociera su derrota. Años más tarde Chamorro me contó en una entrevista que Daniel Ortega lloró frente a ella al reconocer que había perdido.
Pero la historia da muchas vueltas. Ortega regresó al poder en Nicaragua y sabe que realizar elecciones libres es un riesgo. Esa es una conversación que, seguramente, también ha tenido con Maduro. Por eso, por ahora, se ve poco probable que un Maduro en lágrimas le entregue pacíficamente la presidencia a María Corina. Tienen tanto que perder. Maduro y su camarilla saben que podrían terminar en la cárcel si dejan el palacio de Miraflores.
Sin embargo, al igual que ocurre con los atletas olímpicos o las grandes estrellas de la música, antes del éxito hay que imaginárselo y trabajar duramente por años. Primero hay que convencerse de que el término “Presidenta María Corina” es posible. Y, sin duda, ella ya lo hizo. “Tengan la seguridad que con toda esta fuerza, con toda la presión, con todos los acuerdos y las negociaciones que se están dando, voy a inscribirme y voy a derrotar a Nicolás Maduro”, me dijo antes de despedirse. “Es un camino arduo. [Pero] para mí la victoria es un hecho.”
HLL