¿Cuándo encontramos un pueblo gobernante?… La respuesta es: en las elecciones.
Giovanni Sartori, Teoría de la democracia
La verdad es que ninguna de las alianzas ha tenido procedimientos democráticos internos. Estamos de regreso en los tiempos de los dedazos y acuerdos cupulares para nombrar candidatos a cargos de elección.
Este 18 de noviembre Adrián Rubalcava, alcalde con licencia de Cuajimalpa, renunció al PRI después de que el Frente Amplio designó al panista Santiago Taboada como candidato único al gobierno de la Ciudad de México. Rubalcava afirmó que Alejandro Moreno, presidente del PRI, lo traicionó y llegó a un acuerdo con los otros líderes de la alianza para “desaparecer el método que se había establecido, el acuerdo de que se llevaría a cabo una medición democrática y una competencia clara y puntual”.
La verdad es que no existe una “medición democrática” que no sean unas elecciones. Las encuestas no son “un ejemplo de ejercicio democrático”, como ha dicho el presidente López Obrador. Quizá son indicadores de la intención del voto, pero solo el sufragio libre y justo es democrático. Por eso elegimos a nuestros gobernantes con votos y no con encuestas.
Tampoco han sido democráticos los procesos de los partidos del gobierno. Omar García Harfuch ganó la encuesta en la Ciudad de México por 15 puntos porcentuales, pero la candidatura se le entregó a Clara Brugada. A Morena le favoreció, por supuesto, el comportamiento mesurado y leal del exsecretario de seguridad, quien respaldó sin chistar la decisión. Con esto preservó la unidad. No ha ocurrido lo mismo con la oposición, que se muestra dividida.
Estamos sufriendo un retroceso democrático. En 2005 el PAN tuvo elecciones primarias que le permitieron a Felipe Calderón derrotar a Santiago Creel pese al apoyo del presidente Vicente Fox. En 2012 Josefina Vázquez Mota venció a Ernesto Cordero, el candidato de Calderón, en las primarias del PAN. También el PRI tuvo primarias, pero solo en 2005, cuando Roberto Madrazo triunfó ampliamente en unas elecciones internas después del retiro de Arturo Montiel. Ya en 2011 Enrique Peña Nieto fue el único aspirante en la contienda interna del PRI. El PRD nominó a López Obrador como precandidato único en 2005. En 2011 hizo una encuesta con la participación de Marcelo Ebrard y López Obrador; pero, aunque hubo dudas sobre el resultado, Ebrard reconoció a López Obrador como candidato.
En 2018 ya ningún partido quiso tener primarias democráticas. Todos los partidos seleccionaron a sus candidatos por dedazo. En el PAN Ricardo Anaya canceló el proceso interno para deshacerse de Margarita Zavala y convertirse él mismo en candidato del PAN y de un debilitado PRD. En el PRI el presidente Peña Nieto modificó estatutos y procedimientos para nombrar candidato a José Antonio Meade, que ni siquiera era priista. En Morena López Obrador fue designado candidato tras una encuesta en la que se enfrentó a un rival desconocido, un capitán de Marina en retiro, José Francisco Mendoza, quien no pintó en las preferencias.
Hoy los partidos tienen encuestas o dedazos, pero ninguno un proceso democrático interno. El Frente Amplio por México había prometido una “consulta”, una votación en la que pudieran participar quienes se habían registrado en el proceso de recolección de firmas de los aspirantes a la candidatura presidencial, pero los líderes la cancelaron unos días antes para ungir a Xóchitl Gálvez. La decisión de este sábado pasado de cancelar el procedimiento previamente acordado y nombrar a Taboada por dedazo muestra que nuestros partidos no se sienten a gusto con el voto de los ciudadanos.
Me preocupa que la democracia ya no sea siquiera un objetivo en los procesos internos de los partidos. Todos se dicen demócratas, por supuesto, pero todos actúan como autoritarios.
Manita
Hay prioridades. El presidente López Obrador ordenó a los militares dar, no “una manita de gato”, sino “una mano de león” para rehabilitar el estadio de beisbol de los Leones de Yucatán. De Acapulco, mejor ni hablamos.
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Gsz