Doblando la esquina, observo cómo tiempo atrás, el vecino puso una alfombra pasto en su jardín. Tal vez al principio, los primeros meses, lucía bien aunque su falsedad no engañaba a nadie. Ahora los hierbajos asoman por los lados, una jacaranda intrépida va ganando altura sin importarle romper límites y desafiante, vive. Finalmente, la naturaleza se abrió camino en ese jardín de utilería.

¿Cómo no recordarlo si al dar vuelta lo oía clamar por agua inútilmente? En las orillas a manera de contorno, las plantas de flores anaranjadas igualmente prisioneras, me veían tras las rejas negras. Ahora, lo imagino bajo la alfombra, amarillento, sumiso y moribundo. Apuro el paso, tal vez tengo miedo a que lea mis pensamientos al pasar. Me pregunto si él también  se cuestiona quién era antes de sucumbir, antes de rendirse cansado de intentar brotar entre esas fibras plastificadas. Mi amigo, decidió dormir, aunque como te dije, esto no ocurrió en sus orillas en las que, con un esfuerzo poco valorado brota la hierba. 

Al igual que el jardín, algunos portan máscaras de alegría, superioridad o grandeza,  muestran su apariencia ensayada sobre el rostro agobiado de tanto fingir. Son seres de ornato a los que les gusta ponerse zapatos apretados.

Si te detienes y prestas atención a estos seres falaces, tras las ranuras de sus ojos, podrás ver su realidad en un parpadeo resistiéndose a morir, bajo esa falsedad retocada, se abre la ostra con su perla escondida, porque hasta el momento, no ha se ha inventado maquillaje para las miradas, no aun. 

Como eres  buen observador, vas al punto débil, descubres la cara original, y te cuestionas, ¿Por qué el portador se sintió insuficiente y quiso compensar añadiendo un repuesto a la medida de las demandas, cómo fue que decidió enclaustrarse y lanzarse al mar del olvido? 

Y es que, observando la banalidad de esas nueces huecas, engañosas con su cáscara brillante de ornato y su interior podrido, te preguntas; ¿Por qué ese afán de articular discursos de colores brillantes? Observas: Uno, alardea engolando la voz, el otro contra ataca con la misma habilidad que su interlocutor. Se enfrascan en una conversación meliflua que los va envolviendo hasta que cada cual, se siente impresionado de la grandeza ajena. Luego  regresan a sus casas y se descalzan, dejan sus zapatos en la puerta cansados de su representación. Así, ha transcurrido un día más sobre la tierra. 

Aquí me surgen algunas interrogantes: ¿En qué momento se optó por la falsedad como escudo protector? Pues es obvio que su libre albedrio la escogió, a diferencia del jardín encriptado al que se lo impusieron. 

Anoche soñé que el vecino olvidaba cerrar la puerta, y yo, al cobijo de la noche, enroscaba la alfombra verde y me la llevaba lejos, y a cada paso que me alejaba, crecía por la calle acompañándome un canto de agradecimiento.

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