Cuando el actual Presidente de México llegó a la Presidencia lo hizo prometiendo que no se endeudaría. Parecía una promesa que podría cumplir. Después de todo, su gobierno sería uno de austeridad republicana. Uno que disminuiría los gastos suntuarios de la burocracia y que acabaría con la corrupción que, de acuerdo con él, le costaba mucho al fisco y, por lo tanto, a la ciudadanía.

Ahora sabemos, que su austeridad, ni ha sido republicana, ni ha sido austeridad. 

No ha sido republicana, porque el presupuesto no es discutido a partir de discusiones argumentadas y razonadas en el Congreso de la Unión. Lo contrario es lo cierto: los presupuestos son aprobados, muchas veces sin cambiar una coma, sin discusión. Esto no es, para nada, una práctica republicana.

Tampoco es austeridad. Aunque el Presidente le ha quitado recursos a sectores clave como la salud y la educación, ha aumentado los gastos de manera descomunal en sus proyectos consentidos: PEMEX, el Tren Maya, el Aeropuerto AIFA o la Refinería de Dos Bocas. 

Las cifras hablan por sí solas. Este gobierno no ha disminuido la deuda pública, sino que la ha aumentado. El pago de los intereses del Gobierno federal pasará de 615,040.6 millones de pesos en 2018 a 1.36 billones de pesos en 2024. Un aumento, sin duda, muy significativo, pues será de 53.3 % real.

Esto es así debido a las elevadas tasas de interés que prevalecen en el país. Recordemos que la tasa de referencia del Banco de México pasó, en un periodo de dos años, de 4 a 11.25 %. Pero es precisamente el gobierno quien debió haber tomado en cuenta este aumento del costo del dinero.

Ahora bien, si lo vemos respecto a la proporción del PIB las cosas no parecen más razonables. Si en 2018, la deuda pública representaba el 43.6 % del PIB, en 2024 está será de 48.8 % del PIB. Esto es así porque el gasto aumentó un 20.5 % entre 2018 y 2024.

Todo esto tiene además un lado oscuro. Recordemos que México fue uno de los países que menos gastó en paliar las consecuencias adversas de la pandemia del COVID. No sólo quebraron muchos negocios, sino que mucha gente sufrió y murió porque el Estado no desembolsó lo necesario para aliviar el dolor de las víctimas.

Tampoco el Gobierno tiene los recursos necesarios para enfrentar con éxito tragedias como la del huracán Otis que asoló al Estado de Guerrero recientemente. Hace poco escuchamos de labios del Presidente la enormidad de que debe caer bajo la responsabilidad de las propias víctimas construir sus propias viviendas. Si no existieran grabaciones de esto, nadie lo creería.

De cualquier forma, es claro que el Presidente le mintió a la ciudadanía al decir que su gobierno no aumentaría la deuda pública.

Esperemos que esto no tenga consecuencias funestas para nuestra economía en el futuro. Pero pensar que así será es demasiado optimista.

Como en tiempos de Luis Echeverría o José López Portillo, este gobierno le dejará a su sucesor una crisis económica con la cual tendrán que lidiar. Gane quien gane en 2024.

Leave a comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *