Confieso ser de los mexicanos que tenemos en la memoria el habernos transportado de una ciudad a otra en tren. No en los actuales turísticos, que hay pocos como el de Tequila o el Chepe, sino que transportaban masivamente pasajeros y también carga. La historia misma de León está asociada a su estación de tren en todo el siglo XX. Nuestro país y sobre todo el centro y occidente, tienen las características topográficas de poca pendiente para que las vías férreas crecieran tanto desde el Porfiriato y la Revolución.

Pero fue en los años ochenta en que se mezclaron aspectos sindicales, con crisis financieras de los Ferrocarriles Nacionales y un Estado mexicano en quiebra, que facilitaron la privatización de este medio de transporte, en una nación que se pensaba “petrolera” y así decidimos consumir las reserva haciendo uso intensivo del automóvil. A esto se juntó un cambio en la política industrial de México, cuando el PRI viró su pensamiento político y facilitó que, lo que fue una industria estratégica, pasara a manos de particulares. Es cierto que los estados financieros mostraban (como ahora la CFE y PEMEX), que el estado debía financiar a los ferrocarriles y esto aceleró su privatización dando argumentos sólidos para deshacerse de ese bien.

Ahora, con el presidente AMLO y la plataforma nacionalista-corporativista de MORENA y en particular con la propuesta de Miguel Torruco, el diputado por ese partido y proveniente del movimiento “yo soy 132”, que consideraron en un uso de las vías férreas –que al final son una concesión-, para transporte económico y de menor contaminación, aunque más lento. Esto representa el probable regreso de los trenes para el próximo sexenio. Las rutas de pasajeros a concesionar son las mismas que funcionaban antes de 1995, cuando el ex presidente Ernesto Zedillo inició con la privatización del Sistema Ferroviario Mexicano.

La idea la considero muy pertinente, aunque tendrá que mostrar su rentabilidad económica, pues el Estado mexicano históricamente ha sido un pésimo administrador. Se hará por un Decreto que reconoce la importancia del transporte ferroviario como parte de la historia nacional. Antes de 1995 existían 17 líneas con poco uso con enorme obsolescencia y que se suspendieron y así, se entregaron a empresas privadas extranjeras más de 17 mil kilómetros de vía, cancelándose el servicio de trenes de pasajeros. Actualmente operan solo cinco rutas de trenes de pasajeros en el país: Ferrocarril Chihuahua-Pacífico; Tren Suburbano de la Zona Metropolitana del Valle de México; Tren Interurbano México-Toluca; Tren Tequila Express y el Tren de la Vía Corta Tijuana-Tecate. A esta lista se sumará el Tren Maya una vez que inicie operaciones.

De acuerdo con el Decreto, las primeras siete rutas que se podrían concesionar por parte del gobierno federal son en vías ya hechas. Éstas comprenden: el Tren México–Veracruz–Coatzacoalcos; el Tren Interurbano AIFA–Pachuca; el Tren México–Querétaro–León–Aguascalientes; el Tren Manzanillo–Colima–Guadalajara–Irapuato; el México–San Luis Potosí–Monterrey–Nuevo Laredo; el México–Querétaro–Guadalajara–Tepic–Mazatlán–Nogales y el Aguascalientes–Chihuahua–Ciudad Juárez. Se dijo que se dará preferencia a aquellas empresas ferroviarias que ya tienen concesiones para el transporte de carga para que puedan invertir en el traslado de pasajeros y deberán presentar sus propuestas ante la Secretaría de Infraestructura, Comunicaciones y Transportes a más tardar el 15 de enero de 2024.

El Decreto establece que, en caso de que los concesionarios no presenten propuestas viables en inversión, tiempo de construcción, modernización de vías para otorgar el servicio de pasajeros o no manifiesten su interés, el gobierno federal podrá otorgar las asignaciones a las Secretarías de la Defensa Nacional o a la de Marina, que ya operan el Tren Maya y el Tren del Istmo de Tehuantepec. Me gusta bastante la propuesta, pues el gobierno recurre legalmente al derecho que le asiste por el bien de las mayorías que pueden tener en el ferrocarril una opción alternativa. Así, los concesionarios estarán obligados a otorgar los derechos de paso o de arrastre a los pasajeros, además de que se buscará usar las estaciones antiguas para sufragar los gastos, con excepción de aquellas que atraviesan las ciudades, buscando que los boletos de trenes estén por abajo del costo de un autobús en la misma ruta. Una buena idea que ojalá sea rentable.

 

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