Si me preguntaran por qué León parece estar diseñado para tener caos por estrangulamientos viales, les diría que la culpa la tuvieron los españoles que crearon este asentamiento en el Valle de Señora. Y como ya estoy igual que el Presidente AMLO que le echa la culpa siempre al pasado, solo digo en mi defensa que es cierto que aquel 20 de enero de 1576, Don Martín Enríquez de Almanza al instaurar la Villa de León, se dejó llevar por el cauce del Río y seleccionó como lugar idóneo la parte contigua al lecho, por la parte poniente, y allí se dieron a construir la Villa en lo que hoy es nuestro centro histórico.

El caso es que el cauce del río baja de la sierra y ondula como una “S” invertida y esto con el paso de los siglo, hizo que las calles y viviendas y edificios, tuvieran que seguir esa traza de origen. Y aunque ese generoso cuerpo de agua nos ha dado vida, para más tarde nosotros contenerle con la enorme obra hidráulica que es hoy el Malecón, fue que diseñamos una ciudad que hace imposible cruzar del suroeste al noreste y viceversa, y menos aún de norte a sur y viceversa. Fácil, por tanto, hacerlo de noroeste a sureste y de regreso por el Malecón o por el Eje. Y si nos vamos a ciudades que como Aguascalientes optaron por diseñarse a través de anillos perimetrales, veremos que León no tiene alguna posibilidad de hacerlo, pues por el sur es imposible y por el norte escasamente podemos librar la ciudad por ese largo tramo.

Toda esta explicación es para presentarles el origen de nuestra traza urbana, donde transitamos de ser un “pueblo bicicletero” a otro “motocletero”, en un cambio que nos está llevando al caos en días feriados como el viernes por la tarde en que la salida-entrada que concentra el 75% del total, el bulevar Aeropuerto se convierte en un enorme estacionamiento en las horas pico del atardecer. Por eso, cuando los leoneses decidimos acudir a eventos masivos, el “Eje”, nuestro querido eje, se satura y genera caos, como sucedió este martes con la Caravana Coca-Cola.

Y es que este tipo de eventos aparentemente gratuitos nuestro querido pueblo (que en realidad “paga” al consumir toda la publicidad de la que es objeto), acude entusiasmado como si en el evento fuera a recibir una herencia o algún regalo para el Día de Reyes. En un momento de inconsciencia acepté incursionar en coche desde las 6 de la tarde por el “eje” para ser uno de los miles de vehículos estacionados y varados en el caos del tráfico. Sin duda la ciudad, la gente, necesita de la magia de los desfiles, y seguramente por eso el gobierno municipal aceptó ser una de las 20 ciudades que recibieron el evento que tenía, por cierto, 10 años de no realizarse aquí.

El jolgorio inició con un tráiler clásico de Coca-Cola que llevaba la frase “Comparte el espíritu Navideño” y con el cual inició la caravana, seguida por bailarines y carros alegóricos propios de las fiestas decembrinas. Fueron siete vehículos, carros, enormes osos y muchos bailarines y acróbatas quienes desfilaron y pusieron a bailar, aplaudir y disfrutar a todos los asistentes, de la magia de la Navidad en un recorrido de aproximadamente 4 kilómetros y donde tuvimos que chutarnos las canciones publicitarias para incitarnos a probar el líquido negro, y cuya tonada todavía retumba en mi memoria. Por fin, la caravana concluyó con un carro alegórico con Santa Claus, que fue el más aplaudido por los asistentes.

Pero aquí está el problema por el que culpo a los fundadores de esta ciudad y a las autoridades que autorizaron esa ruta, pues al tener en San Pancho Villa (sic) la única ruta ancha sur a norte, estrangularon a León. Aunque el espectáculo inició a las 19:00 horas en el cruce de Torres Landa y Francisco Villa para posteriormente recorrer hasta la avenida Guanajuato en la colonia León I, ya estaban saturadas las inmediaciones desde las 5:30 pm. El trayecto tuvo una duración de 3 horas y mostró rápidamente cómo “parar” a una ciudad. No hubo posibilidad de alertar desde las 6 de la tarde que era imposible acercarse a la zona centro-oriente y detener el caos.

En este enorme embotellamiento quedaron detenidas las intenciones de movilidad. Bien por los ositos navideños, que nos enseñaron la enorme fragilidad de estrangularnos en pocos minutos estando solo ansiosos de recibir nuestras coca-colas. 

 

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