Estamos ya, estimados lectores, entrando en la época navideña, que debe de ser de paz, de armonía, de celebración y felicidad. Esto a lo mejor se da en el Polo Norte, pero lo que es en México y específicamente en Nuevo León, se nos vienen encima, sin que los ciudadanos lo merezcamos o lo hayamos deseado, mayúsculas broncas y acabará aconteciendo exactamente lo opuesto a lo que el periodo navideño simboliza.
¡Qué paz ni qué armonía! Nos esperan broncas en las que avanzará el autocratismo, el pisoteo de las leyes, la impunidad y el ansia de poder desmedido, todo en detrimento de nuestra vida democrática y del progreso.
Nuestros gobernantes, locales y federales, parecen haberse vuelto locos, olvidan por completo que fueron elegidos para servir al pueblo y no para servirse de él. Cínico, descarado, embustero, tiránico se ha vuelto en nuestro País y en Nuevo León el ejercicio del servicio público.
Como ejemplo están sucesos recientes tales como la fallida toma del Congreso nuevoleonés, la madreada que nos está dando el Emperador Lopezuma con la selección del sucesor del traidor Zaldívar en la Suprema Corte, simulando junto con el Senado palero un proceso de selección en el que acabará el Tlatoani imponiendo a su ficha, que sí es ficha; esto y la creciente militarización, la opacidad y falta de rendición de cuentas por parte del Gobierno federal que gasta nuestro dinero como si fuera confeti sin tomar en cuenta que el dinero que tiran en el afán de consolidar su poder inconstitucional debe ser para beneficio de la población.
Nos espera un retroceso en todos los frentes: no avanzamos económicamente (apenas estamos llegando a donde estábamos en el 2018 y con mayor pobreza extrema), políticamente presenciamos, y a la vez somos víctimas los ciudadanos, de una baja vergonzante en la calidad de la política y la Administración Pública.
De manera sistemática y mentirosamente nuestros gobernantes se han dedicado -en lugar de elevar el nivel de vida de los ciudadanos- a destrozar nuestras instituciones democráticas, las leyes, la armonía y separación entre Poderes, ordenada y obligada por nuestras Constituciones, local y federal.
Se alinean las estrellas, pero no a favor del ciudadano, sino del tirano, de los que mienten y engañan, y lo peor de todo: ¡simulan!
Se presentan como paladines de la democracia, pero en realidad son sus destructores: se brincan todas las trancas y la raya que delimita el terreno entre lo moral y lo inmoral, entre lo permitido y lo prohibido, entre la decencia y la indecencia. Todo esto alimentado por el hambre de ejercer el poder, por las buenas o por las malas.
Es gente a la que le vale queso velar por el bienestar de los ciudadanos, a ellos sólo les importan su propia ambición y su causa partidista. ¡Como si esto fuese más importante que el país o el estado mismo! Mal, pero mal, oriundos de Malolandia, nos salieron estos gobernantes, innombrables por su cinismo e indecencia.
Vociferan como si sólo su palabra tuviese peso y valor en esta Nación, sus actos de gobierno están marcados por la imposición: no dialogan, no escuchan, no negocian, les importa un bledo lo que deseen u opinen los ciudadanos. Se creen poseedores de la primera y ÚNICA palabra ¡y pobre del ciudadano que no esté de acuerdo con su pensar o proceder!
Este cáncer, este virus del que hablamos y que tanta enfermedad está causando en el cuerpo social en México, inició en el Palacio de Lopezuma, pero ya ha contagiado a otros Estados, como Nuevo León. Parece haber una identificación, una cercanía inexplicable, dados los antecedentes de ambos, y ésta queda comprobada con las defensas que del Tlatoanito nuevoleonés, aprendiz de Emperador, pronuncia reiteradamente el Tlatoani Lopezuma.
Dícese que aves del mismo plumaje vuelan juntas, pero más bien -creemos- se sumergen en el mismo fango juntas. Porque estas aves inmencionables no vuelan, pues nunca alcanzan las alturas, ni del pensamiento ni de las ideas, más bien como que se arrastran.