Dedico esta entrega al Maestro y amigo Juan Jauregui Jiménez, estudioso de las ciencias sociales, de la filosofía, de la economía y la política.
Recordaba hace algunas semanas las primeras incursiones en materia de política demográfica allá por los años 1973, 1974 y 1975, durante el régimen del presidente Luis Echeverría Álvarez, quien lo hizo a través de un organismo dependiente de la Secretaría de Gobernación entonces a cargo de Mario Moya Palencia.
Fuimos invitados gratuitamente a unos cursos o seminarios en materia demográfica varios estudiantes o pasantes de la carrera de Licenciatura en Derecho de la UNAM, para desahogarlos durante un mes, con tres sesiones semanales y con el material de estudio incluido. La finalidad de ese evento era captar posibles instructores con vocación en materia demográfica para iniciar una campaña sobre orientación familiar a base de la planeación del número de hijos que se pretendiera tener, concientizando a la población de matrimonios jóvenes sobre este punto novedoso.
La situación había surgido en virtud de que mediante proyecciones estadísticas de crecimiento poblacional, en aquel entonces se estimaba que la población mexicana tendría un crecimiento exponencial en los siguientes 25 años, de tal manera que se desempolvaron diversas teorías decimonónicas sobre la explosión demográfica “de forma geométrica”, en tanto que los alimentos y demás recursos para la subsistencia, como el agua potable y las energías, crecerían solo de forma aritmética; específicamente las referentes a las teorías sostenidas por el economista Thomas Robert Malthus, originario del Reino Unido, cuya religión anglicana y su educación en la Universidad de Cambridge le inspiraron la creación de un “Ensayo sobre el principio de la población”.
Ya venían con fuerza desde el continente europeo hasta Estados Unidos, permeando estas formas de planeación sobre el crecimiento poblacional de las naciones, matizándola con políticas más tersas, suavizadas y de convencimiento individual ajustando dicha política de estado a la “voluntad individual del ciudadano”; obviamente para evitar expresiones como las de “control natal”, “restricción de nacimientos”, “promoción anticoncepcional”, esta última sí sustituida por la de “planificación familiar”, sobre todo en el sector salud.
Simultáneamente a esta preparación de la Secretaría de Gobernación vino la creación del Consejo Nacional de Población, el 27 de marzo de 1974, consecutivo a las reformas y adiciones a la Ley General de Población del 7 de enero de ese mismo año.
Algunos de mis compañeros de curso sí aceptaron ingresar a esos trabajos y yo seguí otro derrotero exclusivamente en las áreas jurídico-administrativa-penal, pero dicho seminario me sirvió como cultura general.
Como hubo mucha difusión sobre esas primeras políticas de gobierno y de los cursos de capacitación, a quienes optamos por acudir nos llamaron “malthusianos”.
En realidad, para esos años se había despertado, si no un pánico mundial sobre el crecimiento poblacional descontrolado que podía conducir a la pobreza, al hambre y a la miseria, como lo presagió en su obra Robert Malthus, si creó una preocupación y orilló a que algunos países con mayor rigor aplicaran medidas para disminuir ese crecimiento poblacional desmedido. Aquí se inició con mucha timidez y precaución, sobre todo por la idiosincrasia mexicana y los postulados de la religión católica sobre el respeto a la voluntad divina para proteger la vida humana y que los matrimonios tuviesen “los hijos que quisieran”, aunado a que apenas hacía algunos años habían concluido los mensajes en sentido diverso hacia los años 50, donde se preconizaba que ayudáramos a México a “darle más hijos a la patria”; así que para 1974 se inició una campaña con el slogan: “La familia pequeña vive mejor”.
Malthus preveía con un determinismo fatalista que irremediablemente no habría espacio en el planeta para soportar la multiplicación de los seres humanos, y mucho menos habría tierra para producir suficientes alimentos y recursos para todos. Pero afortunadamente se equivocó, puesto que al paso de dos siglos con el avance de las ciencias en varios rubros se han introducido nuevas soluciones para enfrentar el inexorable crecimiento poblacional. Por ejemplo, la producción de alimentos ha ido creciendo a través de técnicas agrícolas tecnológicamente apoyadas, desarrollando diversos cultivos de alto rendimiento, multiplicando hasta en tres veces el número de la población en varios satisfactores. No contaba con que desde la segunda mitad del siglo XX y con mayor fuerza en el siglo XXI se abrirían estudios especializados, campañas mundiales en favor de la protección al medio ambiente, a la proliferación e impulso de las energías limpias de diversa índole, así como también en materia de planeación de ciudades y de construcción de viviendas con espacios de esparcimiento, entretenimiento y cultura.
Claro que existen problemas de carácter social y económicos como la desigualdad, el desafío del cambio climático, el consumo excesivo de combustibles fósiles, la contaminación de los mares y la deforestación del planeta, aspectos que tampoco consideró Malthus y que, sin embargo, estamos viviendo los actuales pobladores de La Tierra; pero la ciencia avanza, la vida sigue y todavía existen más posibilidades que a veces imaginamos para preservar nuestra especie, tales como poblar otros planetas. Todo puede pasar.
RAA