Una de las primeras y sonoras risotadas la escucharon sorprendidos propios y extraños cuando López Obrador, con una banda tricolor espuria cruzada en el pecho, gritó: ¡Váyanse al diablo con sus instituciones!”, sin olvidar que antes, como Jefe de Gobierno para la infinita tragedia de la muy noble y leal ciudad de México, le había espetado a Fox: “Ya cállate chachalaca. “¡Cuánta diversión! ¿No.? ¿Y cuando en 2004 atacó a quienes protestamos por la expansión de la delincuencia en el DF y nos llamó reverendos mentirosos, señoritingos, esos pirruris de la derecha?”, aseveró, y, sin embargo, a pesar de haber tomado el Paseo de la Reforma y de su frustrante gestión como como Jefe de Gobierno, en 2018, más de 30 millones votaron por “El rayito de Esperanza.” ¿Cuántos arrepentidos ya no votarán por la maligna “continuidad” en el 2024, sobre todo ahora que la delincuencia autorizada domina en la mayoría del país?
Más tarde gozó los denuestos contenidos en los diarios y en algunas estaciones radiofónicas cuando canceló el AICDMX. El placer de causar daño quedó comprobado al preferir “inundar a los más pobres”, víctimas de las inundaciones en Tabasco o al expresar que los pobres eran “como animalitos a quienes había que acercarles la comida para que pudieran sobrevivir.” Maravilloso, ¿no.?
Cuánto disfrutó las feroces respuestas de los medios y de las redes sociales al ofrecer “amnistía a quienes laboran para el narcotráfico y la criminalidad organizada”, o cuando empezó sus recurrentes visitas a Badiraguato, la capital del narco en México. Disfruta al hacer rabiar y dividir a buena parte de la nación.
¡Qué manera de reír cuando le exigió a la Corona española y a la iglesia católica que se disculparan por los agravios cometidos durante la conquista de América o cuando le impone al congreso “no le quiten ni una coma” a sus iniciativas legales, o cuando expuso que los 100 millones de pesos obtenidos por su hijo Andy “no son nada”! ¿No es divertidísima la estrategia de “abrazos no balazos”, o la de amenazar con llamar a la mamá de los capos para erradicar el narcotráfico? No pudo contener la hilaridad después de mostrar sus estampitas para combatir el Covid a la voz de “detente enemigo, el corazón de Jesús está conmigo” y murieron infectados más de 800 mil compatriotas por la pandemia que le cayó “como anillo al dedo”, sin lograr, desde luego, que nuestro sistema de salud fuera como el de Dinamarca.
Expuso que “su fuerte no es la venganza”, que “al margen de la ley, nada, por encima de la ley, nadie”, mientras trata de destruir los organismos autónomos y nuestra democracia. Al mismo tiempo propone la pobreza franciscana instalado en un palacio rodeado de lujos y sirvientes, desde donde niega la realidad enrostrada por sus críticos al contar “con otros datos”, al tiempo que afirma “No mentir, no robar no traicionar” y se burla de la opinión pública con “lo que diga mi dedito.” Genial, simplemente genial.
Se desternilló de la risa al leer las críticas de lectores, artistas y políticos progresistas después de declarar que la FIL era “un cónclave conservador”, al igual que soltó la carcajada con tan solo suponer las reacciones mediáticas después de ordenarle a Zaldívar que renunciara a la Corte para imponer a una tercera ministra, ahora integrante de “las 3 gracias”, enemigas del Estado de Derecho y de la República.
Cómo se regocija al enviar iniciativas al congreso a sabiendas de no contar con la mayoría calificada en el congreso, pero que le son útiles para distraer a la nación y deleitarse con la protesta dolida de los liberales amantes de la libertad. AMLO goza su presidencia como ningún Jefe de Estado. ¿Qué tal cuando que confesó que en Acapulco “No nos fue tan mal, tuvimos buena suerte.” ¿Cómo esconder la algarabía?
Para AMLO, los millones que marchamos en el país en defensa del INE somos “racistas en su mayoría, clasistas y muy hipócritas”, “cretinos, corruptazos.” Si mencionó furioso que la manifestación callejera era “una especie de ‘striptease’ político del conservadurismo, insistamos, entonces en el remedio: ¡Las marchas sí funcionan!
AMLO, en su soberbia, pierde de vista un sabio apotegma: “Quien ríe al último, ríe mejor.” Nos vemos, por lo pronto, en la próxima marcha multitudinaria del próximo 24 de febrero. Espero que pronto las risotadas sean del pueblo aspiracionista.