No es fácil buscar la esperanza en este mundo tan convulsionado por el odio.  La experiencia de la humanidad, -la que transita como materia que es energía por el universo-, es que somos tan hechos de barro que nos matamos como hermanos, como lo hizo al inicio Caín con Abel. Es nuestra naturaleza, sí, que interactúa con el entorno que construimos las personas. En la medida que los sistemas sociales y económicos son más inequitativos, se exacerba el odio y el rencor; se da la lucha de clases sociales y de ideologías.

Ayer fueron tirios contra troyanos, recién, los rusos contra los ucranianos, allá, los israelitas contra los palestinos, aquí, los liberales contra los conservadores, pero siempre inmersos en luchas fratricidas, pues todos somos al final, hijos de la misma tierra. Nuestro México querido, después de 30 años de un sistema económico “exógeno” movido por el mercado, creció con dinamismo, pero incrementando las enormes brechas sociales entre ricos y pobres. Rodeados hoy de grandes consorcios nacionales y extranjeros, somos cada vez más pobres los pobres y más ricos los ricos.  

¿Cuándo inició esta masacre que nos rodea? Colombia pasó por décadas al ser rehén del narco, pero pudo salir. Tuvimos tres grandes guerras en México que nos desangraron y hoy estamos en otra. Ni siquiera las guerras más cruentas en el mundo, tienen los muertos de estos últimos veinte años en México. Ni el cambio de política social del actual gobierno federal controló la barbarie, al contrario, al tolerar al crimen, se acrecentó el río de sangre. Entonces, ¿cómo buscar salidas? Tendremos en el 2024, seis años más de continuidad del gobierno de MORENA y, por tanto, la misma estrategia de “abrazos y no balazos”, donde el gobierno federal tiene al narco como aliado y al ejército haciendo obra y empresas.

¿Qué falló? El diagnóstico del Presidente AMLO fue impecable y certero: solo atacando la raíz que son las enormes diferencias sociales, podemos salir. Pero está probado en la historia de la humanidad y de la formación de cultura y de familias, que solo con reglas claras que se cumplan y con consecuencias si se incumplen, es como se han dado períodos de prosperidad y de paz. Solo habrá paz si hay justicia, es cierto, pero si se tiene cumplimiento a las reglas básicas de convivencia y esto es lo que se ha roto en México. El crimen sabe que tiene de su lado al gobierno federal y que le deja trabajar, ya en extorsiones, ya en derecho de piso, ya en lavado de dinero, ya sin ataques y solo con la presencia simbólica que tienen las fuerzas federales cuando se dan las masacres.

Ahora su problema está en el reclutamiento. Ya no son jóvenes sacados de anexos o de zonas marginadas, donde los rehenes eran jóvenes sin esperanza sumidos en la pobreza y las drogas. Ahora están tras nuestros universitarios, tras aquellos que recién egresan de las universidades y que tienen tanto necesidades económicas como talento para fortalecer empresas prósperas. Los datos estadísticos del Secretariado Nacional de Seguridad Pública, dan cuenta del cambio del perfil de los muertos en masacres; ya no son solo resultado de guerras entre cárteles, sino que ahora son civiles y de éstos, claramente, juventud sana con porvenir.

Lagos de Moreno, Zacatecas, Celaya, Veracruz, Salamanca, Salvatierra, son las muestras. jóvenes médicos, la profesión de mayor altruismo y dedicación, pero también ingenieros, abogados, emprendedores, egresados de bachillerato. Son a través de call centers, de redes sociales, de head hunters, de emprendimientos, donde se dan los hechos; se complementan con horarios de madrugada en fiestas y antros. Allí está la enorme probabilidad de que ellos aparezcan para desaparecerlos.

La juventud es el periodo más maravilloso donde las ilusiones por tener un futuro mejor, el amor y el servicio a los demás, se concretan en proyectos de vida. Así con los rostros de los jóvenes mexicanos que han muerto en las numerosas masacres de este sexenio. ¿Cuánto más durará este tiempo de horror? En los jóvenes que estudian y trabajan por esa sola ilusión de vivir mejor, está la posibilidad de que México salga de ese piso donde estamos en educación y oportunidades de empleo. Si seguimos perdiendo a tantos jóvenes, nos robarán nuestra esperanza.

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