Hay palabras que hieren, que contaminan, que hacen mucho daño.
Donald Trump, por ejemplo, ha estado repitiendo la frase de que “los inmigrantes están envenenando la sangre del país”. En una entrevista con el sitio The National Pulse, Trump dijo: “Nadie tiene una idea de dónde viene esta gente, y nosotros sabemos que vienen de prisiones. Sabemos que vienen de instituciones mentales y de manicomios. Sabemos que son terroristas. Nadie ha visto nada parecido a lo que estamos viendo ahora. Es algo muy triste para el país. Están envenenando la sangre de nuestro país”.
El problema con el párrafo anterior es que es falso. Los inmigrantes contribuyen enormemente a la vida, a la economía y a la cultura de Estados Unidos. Lejos de contaminar la sangre del país, la revitalizan. Los inmigrantes pagan impuestos, crean trabajos y nuevas ideas. Estados Unidos no sería una superpotencia sin los inmigrantes.
Esas palabras de Trump son la versión 2023 de la frase que dijo en 2015 acusando falsamente a los inmigrantes mexicanos de ser “violadores” y criminales. Pero Trump no es el único atacando injustamente a los inmigrantes.
El gobernador de Texas, Greg Abbott, declaró “oficialmente una invasión en la frontera” con México en septiembre. El problema es que no hay ningún país invasor; México no ha hecho ninguna declaración de guerra contra Estados Unidos. Es cierto que hay mucha gente entrando sin documentos. Pero decir que hay una “invasión” en la frontera con México es absurdo y totalmente falso.
Eso es lo que hacen los políticos para ganar votos. Se inventan un enemigo, acusan que hay una invasión y ni siquiera se preocupan por decir la verdad.
“Va a haber muchas elecciones en el 2024”, escribió en X hace poco Filippo Grandi, el alto comisionado de Naciones Unidas para los refugiados (UNHCR). “Algunos políticos ya están usando el eslogan de ‘invasión’ de migrantes y refugiados para ganar votos. Ese argumento está equivocado y es inútil para responder a los retos de la movilidad humana. Existen soluciones que pueden ser justas y efectivas”.
Y, sin embargo, siguen llegando. No se puede ocultar que en el año fiscal 2023 se detuvo a 2.4 millones de personas que cruzaron ilegalmente por la frontera sur, más que los 2.1 millones en el 2022 y que los 1.7 millones del 2021.
Pero ante esta crisis en la frontera, necesitamos soluciones. No nuevos ataques a los inmigrantes. Huir de la violencia, de la pobreza y de las dictaduras no es un crimen. El problema es que muchas de las palabras y actitudes antiinmigrantes en Estados Unidos se están repitiendo en otras partes del mundo. Las malas ideas cruzan el mar.
Por ejemplo, México y Estados Unidos negociaron un acuerdo para forzar a muchos inmigrantes centro y sudamericanos a esperar en México sus trámites migratorios. Este acuerdo iniciado en el 2019 por Trump y el presidente López Obrador -Quédate en México o Remain in Mexico- podría violar los derechos de quienes huyen por violencia o persecución política. Pero un proceso parecido está ocurriendo en Gran Bretaña.
Ahí avanza en el Parlamento una propuesta para enviar a Ruanda a solicitantes de asilo político en Gran Bretaña y obligarlos a esperar en África la resolución de las cortes, que pudiera tomar años. Esta propuesta busca detener a los miles de inmigrantes que llegan cada año en botes desde el norte de Francia. La propuesta ha sido muy criticada, pudiera violar leyes internacionales y no tiene su aprobación asegurada en el Parlamento. ¿Por qué enviarlos a Ruanda? Esa es otra historia larga y complicada. Pero refleja la intención del gobierno británico de reducir y controlar la migración a su nación. Como sea.
Estas ideas son pegajosas.
La migración es un fenómeno global que no se detiene con muros, discursos extremistas ni boletos a Ruanda. Pero las malas ideas viajan rápido. Atacar a los inmigrantes -la población más vulnerable del mundo- es la nueva piñata. Y pronto, las barbaridades que están diciendo Trump y Abbott serán repetidas en los rincones más oscuros del planeta.
@jorgeramosnews