Aunque la inteligencia artificial ha estado con nosotros por varias décadas, es cierto que el proverbial hombre de la calle no había visto con tal claridad las consecuencias prácticas de sus aplicaciones. Esto ha cambiado en los últimos meses.

Hoy por hoy, esta tecnología puede realizar actividades de todo tipo que antes se consideraban sólo potestad de los seres humanos. No sólo se ha utilizado en las finanzas y en la economía, sino que músicos, artistas plásticos y hombres de letras han visto su impacto de manera muy cercana. La tecnología parece afectarnos, para bien o para mal, en donde nos sentíamos más orgullosos: en nuestras capacidades creativas.

Apenas el año pasado las compañías OpenAI y Microsoft desarrollaron lo que se conoce como el ChatGPT, una tecnología de la información revolucionaria, pues puede escribir ensayos sobre cualquier tema en muchos idiomas, de manera casi automática. Muchos vieron en esto un desafío pero también una oportunidad para sectores como la educación, la investigación científica y el periodismo. 

También se pensó que el ChatGPT podría reemplazar en poco tiempo a buscadores de información como Google. Parecía que las posibilidades serían ilimitadas para esta nueva tecnología.

Sin embargo, las últimas noticias hacen pensar que la posición más prudente a adoptar por ahora es el escepticismo. En efecto, el periódico estadounidense The New York Times acaba de demandar a las dos compañías co-creadoras del ChatGPT por haber infringido sus derechos de autor. La demanda realizada frente a un Tribunal de Distrito en Manhattan, podría tener importantes consecuencias en el uso futuro de la inteligencia artificial. 

La parte ofendida – en este caso el influyente periódico neoyorquino – documenta su demanda con párrafos comparados en dónde queda claro que el ChatGPT ha prácticamente copiado fragmentos enteros de piezas previamente publicadas por el diario New York Times. Nos olvidamos que esta tecnología se alimenta de información que circula en la red digital y que sus algoritmos – o al menos eso han mostrado hasta ahora – funcionan de acuerdo a un determinado paradigma. Es cierto que la tecnología conocida como “Machine Learning” entrañó un salto cuántico respecto a la programación de computadoras tradicional. El hecho de que una máquina pudiera aprender por sí misma de sus errores y que, por lo tanto, fuera capaz de dar respuestas aparentemente creativas y sorprendentes ha hecho pensar a muchos que estamos frente a una tecnología no sólo revolucionaria, sino determinante para el futuro humano. Recordemos que fue con esta última tecnología con la que una máquina derrotó a Deep Blue, la computadora que había vencido al campeón de ajedrez Garry Kasparov.

La demanda del NYT es un llamado a la reflexión sobre muchos temas ligados al uso de la inteligencia artificial, como el respeto a los derechos sobre la creatividad humana, los límites éticos a la inteligencia artificial y muchos más.

De cualquier manera, la inteligencia artificial estará en nuestro porvenir. Esperemos que la humanidad maximice sus beneficios, cuidando no trastocar las bases esenciales de la naturaleza humana y su convivencia.

JRL
 

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