Los mexicanos somos siempre las “inocentes palomitas que nos dejamos engañar”. Nuestro maravilloso País ha vivido por siglos la cultura del engaño por los cuentos que nos cuentan. Somos muy inocentes y nos creemos todo o casi todo. Unas veces los conquistadores, otras, los patrones, otras los religiosos, tantas veces, los medios de comunicación, y siempre, los políticos. Nos hemos creído en la historia, todos los cuentos. En el pasado creímos que los españoles eran dioses y esparcimos el rumor de que eran superiores; en la colonia, también supusimos que los reyes eran nuestros dueños y la cultura de sumisión y de creencias, fue creciendo para hacernos pequeños y crédulos. Octavio Paz lo describió completo esto en el “laberinto de la soledad”, obra maestra que explica por qué somos así los mexicanos.

Nos llegó la independencia y creímos que con el Emperador Iturbide tendríamos tiempos prósperos y que la Reforma con Juárez, regalaría una República fuerte. En tiempos recientes, el PRI y su dictadura perfecta, nos hizo creer también que la revolución hecha institución reflejaba los mejores anhelos por los que murieron miles en la guerra, pero no fue así; a cambio tuvimos 71 años de un partido hegemónico y sin contrapesos al poder, para inyectarnos el virus de la corrupción. “A que le tiras cuando sueñas mexicano” cantaba Chava Flores para ilustrar nuestra inocencia.

Creemos que ganaremos el mundial en esa trampa engañosa que es el futbol y su publicidad. Nos creemos que seremos de pronto un País con un sistema de salud como el de Dinamarca y que Acapulco así, destruido, por arte de magia, pasará una “dulce navidad”.  Saldríamos en 15 días de la pandemia solo porque el Presidente dijo que con estampitas milagrosas lograríamos evitar el contagio, cuando las cifras oficiales del gobierno de México sobre el COVID tuvieron sub registros y -de acuerdo al INEGI y estimaciones independientes e internacionales-, en realidad, el número de muertes fue varias veces mayor. Nos hacen creer hoy que las muertes y desaparecidos por la violencia del crimen organizado se han reducido, solo porque el Presidente quiere que así sean y que con abrazos y no balazos se resolverá todo.

El gobierno federal nos sigue contando “cuentos” porque somos un pueblo bueno, crédulo e inocente; nuestro Presidente AMLO nos distrae a diario con ocurrencias, cuentos y mentiras, para seguir viendo el pasado y no proyectarnos al futuro. Las mañaneras se dirigen al público de ingenuos e inocentes que creen en esos cuentos. Lo mismo, este sexenio que los anteriores. Como cuando Bartlett en 1988 nos hizo creer que el “sistema” electoral se había caído o cuando Salinas de Gortari nos quiso convencer de que el Tratado de Libre Comercio nos haría socios igualitarios de los Estados Unidos, o cuando con Zedillo el Fobaproa sería una solución financiera a la crisis, o cuando Fox aseguró que resolvería el conflicto armado en Chiapas en 15 minutos o cuando Calderón nos dijo que la guerra contra el narco sería ganada por la fuerza sin atender la causa raíz.

Frente a hechos calamitosos o de guerra, los líderes de la modernidad, han optado por dos estrategias posibles: una, que minimiza los hechos, distrayendo al pueblo de la realidad y permanentemente decir que son campañas en su contra. La otra, que reconoce los datos y parte de allí para construir en concordia el futuro con bases objetivas de los hechos. Está comprobado que la segunda, por ser la realista, conduce a mejores resultados invocando a una imagen objetivo del mañana.

La baja escolaridad y nuestra manera de ser, nos hace presa fácil de los cuentos y de líderes que nos convencen como pueblo bueno e ingenuo en promesas y en “otros datos” que no existen. El año 2024 no es alentador en cuanto al crecimiento económico y la deuda, con el escenario seguro de que Claudia será la primera Presidenta del País, solo esperando que sea ella una líder de concordia que concentre su discurso en la construcción del futuro y no en la división y el odio. Necesitamos que ella, como Milei en Argentina o Boric en Chile, diga al pueblo inocente, siempre la verdad y no engañarnos como las palomitas que somos este pueblo bueno.
 

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