Están por cumplirse casi 100 años del levantamiento cristero contra el gobierno del Presidente Calles y en León, también hubo una cuota de mártires que es poco recordada y conmemorada.

La lucha por los derechos humanos en México, no ha estado exenta del pago de altas cuotas de sangre y esto puede ser corroborado a lo largo de la historia; derechos que hoy damos por descontado, costaron muchas vidas y uno de esos derechos es el derecho a la libertad de culto, también identificado como libertad de conciencia o libertad de religión.

De 1926 a 1929 se llevó a cabo una guerra fratricida en donde se confrontaron dos visiones de país, por un lado, la visión del Gobierno Federal para formar ciudadanos adeptos al sistema político imperante, despojados de toda formación religiosa; por otro lado, la visión de un gran sector del pueblo de México de aquella época, arraigado en la formación de la iglesia católica.

La pretensión del Gobierno Federal de imponer una regulación estatal sobre el culto, provocó un rompimiento entre el gobierno y el clero católico, no fue una confrontación Iglesia-Estado, (la iglesia no solo la conforma el clero y el estado no solo se integra por el gobierno, sino que ambas instituciones tienen más elementos), fue en realidad una confrontación entre el gobierno de un país y el gobierno de una iglesia; la carne de cañón la puso el pueblo en uno y otro bando.

La imposición de la llamada “Ley Calles”, provocó la suspensión del culto y comenzó una persecución religiosa que también alcanzó al pueblo de León, pacientemente el pueblo católico buscó por todos los medios evitar una imposición que interfiriera en su fe, se agotaron recursos legales en vano, se llevó a cabo un boicot sin mayores resultados, hubo protestas públicas pacíficas, se buscó una modificación del marco legal también en forma infructuosa; llegado a este punto, un sector del catolicismo, se convenció que el siguiente paso era la resistencia armada.

En nuestra ciudad también hubo la intención de comenzar una insurrección, inició con una reunión el 26 de diciembre de 1926 en una finca vecina el panteón de San Nicolás, con un grupo reducido de al menos 20 personas, que hicieron el juramento de luchar por la causa y se acordó un levantamiento para el 1º primero de enero de 1927, que luego fue aplazado para el día 3, sin embargo al haberse adelantado la insurrección en San Francisco del Rincón, los leoneses se vieron también impulsados para comenzar la lucha el día 2 de enero en la noche.

Al atardecer del día 2 de enero se convocó al grupo de potenciales insurrectos por parte del líder NICOLÁS NAVARRO; cerca de las 10 de la noche, el grupo no llegaba a 25, pero en la red de simpatizantes del movimiento, había dos infiltrados que traicionaron al resto, los registros históricos los identifican como J. NATIVIDAD LÓPEZ, inspector de policía de la ciudad y DOMITILO TORRES, comisario del Coecillo, siendo este último el que con un disparo de arma de fuego, dio la señal para que los gendarmes procedieran a detener al grupo.

Los registros históricos también señalan que los prisioneros fueron conducidos a la inspección de policía, donde se montó una farsa de tribunal, conformado por el Presidente Municipal de nombre RAMÓN VELARDE, el diputado local JOSÉ RODRÍGUEZ C., los señores PASCUAL URTAZA, ANTONIO GÁLVEZ, el inspector de policía JOSÉ NATIVIDAD LÓPEZ y otros, quienes, en una simulación de juicio, los sentenciaron a muerte; la ejecución tuvo efecto a las pocas horas, en el mismo punto donde fueron detenidos, en la Calle Palo Cuarto, ahí fueron asesinados y luego sus cadáveres fueron transportados frente al Palacio Municipal antes de ser entregados a sus familiares en días ulteriores.

Lo que pasó después con la Guerra Cristera, excede con mucho los alcances y pretensiones de esta breve aportación; lo que intento resaltar es la contribución de este sacrificio, hoy día, ningún riesgo de muerte o de cualquier otra naturaleza existe cuando algún ciudadano decide creer en cierta religión, cambiar de religión o decide simplemente no creer, es una decisión libre y autónoma, que también es producto de esta lucha armada, al final de esa guerra el gobierno mexicano tuvo que flexibilizar la aplicación de la ley después de firmar los famosos “arreglos”, en los cuales los  combatientes cristeros no participaron, de ahí que algunos historiadores coincidan en que en el movimiento cristero fue traicionado por la alta jerarquía del propio clero católico, pero eso es materia de otro análisis.

La lucha por la libertad de religión, culto o conciencia, -al menos en México- es producto del sacrificio de miles de creyentes, y entre estos sacrificados contamos con seis leoneses, cuyos nombres no merecen ser olvidados: NICOLÁS NAVARRO, EZEQUIEL GÓMEZ, JOSÉ VALENCIA GALLARDO, SALVADOR VARGAS, JOSÉ GASCA y AGUSTÍN RÍOS; hoy día, en su evocación solo queda un pequeño memorial sobre la calle Palo Cuarto, en el Coecillo, que corre el riesgo de perderse, por el abandono en que se encuentra, por eso es importante rescatar esta gesta en las efemérides oficiales y en la historia de la ciudad,  al paso de los años, en realidad su sacrificio no solo fue en beneficio de los católicos, sino de todos los ciudadanos de este país, por eso su conmemoración más que religiosa debe ser cívica, de ahí la importancia de rescatar ésta historia.

HEP

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