Antes de iniciar un año que se avecina tormentoso, marcado por las elecciones en Estados Unidos y México, comparto aquí unas cuantas recomendaciones: frente a las incómodas listas de lo mejor del año, unas cuantas impresiones sobre algunas de las ficciones que más me impresionaron.

1. Una novela mexicana. Desde hace décadas, Vicente Herrasti ha construido una de las obras narrativas más arriesgadas y asombrosas en lengua española. A una prosa cincelada al extremo, une tramas alejadas de todas las modas. Con Las muertes de Genji (2023), Herrasti nos conduce a una de las sociedades más exquisitas de la historia: el Japón de la era Heian, a cuya corte nada parecía importarle más que el amor y las palabras: la belleza. Nada era tan valorado como un buen poema, de preferencia bellamente caligrafiado en un papel de la mejor calidad. Dos mujeres destacan en este microcosmos: Sei Shonagon, autora de un diario de la corte, El libro de la almohada, y Murasaki Shikibu, a quien debemos la narración en prosa que inaugura la novela moderna: el Genji Monogatari. A través de las historias de tres expertos contemporáneos en este libro, reunidos por una misteriosa mujer en Ámsterdam, iremos acercándonos a sus vericuetos y enigmas -el mayor, la desaparición de su protagonista mucho antes de que el largo texto haya concluido- en tanto nos deslumbramos ante una trama casi detectivesca centrada en el poder que aún conserva el arte para transformar la vida.

2. Una novela extranjera. Katharina tiene diecinueve años cuando conoce a Hans, un novelista de más de cincuenta, en el todavía tenebroso panorama de la Alemania del Este que se acerca de manera inescrutable a su demolición. En Kairós (2021), recién aparecida en español, Jenny Erpenbeck demuestra que la pequeña y la gran historia todavía conservan la posibilidad de entremezclarse y dialogar entre sí de maneras sorprendentes. El idilio de los protagonistas, que irá desdorándose de forma irremediable, sirve como contrapunto de una sociedad tan cerrada como la del Japón medieval: mientras Katharina y Hans deambulan de un lado a otro del Muro, las añejas ideas de igualdad dan paso a un individualismo cada vez más feroz. Sin permitirse ni un cliché ni un ápice de cursilería, Erpenbeck narra una doliente historia de amor que es también una historia de poder y delirio: en sus idas y vueltas, su agonía y su pasión, refleja las tensiones de un momento clave en la historia del siglo XX.

3. Una película. ¿Qué separa a la verdad de la ficción? O, más bien, ¿cómo se construye la verdad? ¿Qué importan los hechos si los testimonios frente a ellos son contradictorios o si no hay manera de volver a ellos? En Anatomía de una caída (2023), Justine Triet no realiza tanto la autopsia del momento en que Samuel, el esposo de una novelista alemana residente en Francia, muere al precipitarse al suelo -sin que sepamos si fue un accidente, un suicidio o un asesinato-, sino de los intersticios de la vida de Sandra con su marido y su hijo Daniel, cegado a causa de un accidente que trastoca la vida de toda la familia. Parte drama familiar y parte película judicial, Anatomía de una caída bucea en torno a las versiones contradictorias de un mismo suceso y sugiere -con un guion tan impecable como sus actuaciones- que acaso la verdad no sea producto de una convicción, sino de una decisión.

4. Una serie. ¿Y si un cosmonauta hubiese plantado la bandera de la Unión Soviética en el paisaje lunar antes que Neil Armstrong? Con esta premisa arranca Para toda la humanidad (2019-2023), la serie creada por Ronald D. Moore, Matt Wolpert y Ben Nedivi que a partir de allí crea una historia alternativa sobre la carrera espacial: en lugar de que este hito fuera la meta -nos sugiere- la carrera espacial podría haber continuado hasta llevarnos a Marte. Mezcla de ucronía y space-opera, en la que algunos sucesos se repiten y otros cambian drásticamente, nos permite una mirada fresca, desde los abismos de la pura ficción -más que de la ciencia ficción-, hacia la geopolítica de nuestro tiempo.

 

@jvolpi

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