Del lado de la ilusión en el Niño Dios -quien regalaba a los menores al nacer el día de Navidad- y con la irrupción del anglosajón Santa Claus, algunas tradiciones mexicanas se fueron desvaneciendo. 

El 6 de enero con la llegada de los Reyes Magos renace un segundo momento para que los chiquillos esperen con ilusión un regalo, una caricia al corazón. Por eso, afirmo que esos personajes mágicos todavía existen. Necesitamos que existan. En un entorno tan descompuesto donde muchos menores están expuestos al odio y al crimen, los tiempos navideños son una oportunidad de recomponer y sanar, aunque las estadísticas nos digan todo lo contrario pues los menores están a merced de ser corrompidos y así, perder la ilusión, la magia de ser niños. 

En el País el deterioro social es cada vez mayor. Las masacres se siguen incrementando y la pobreza no se puede ocultar; el crimen organizado está presente en todos los espacios y tiempos. Perdimos con la Revolución mexicana la gran oportunidad de dar oportunidades a las mayorías y el periodo post revolucionario permitió el crecimiento económico, pero con enormes diferencias sociales. 

Hace 30 años con el inicio del Tratado de Libre Comercio, el movimiento zapatista nos recordaba que existía un México pobre con el que seguíamos en deuda las minorías. Y en nuestra región, reflejo de la realidad nacional, León siguió su crecimiento buscando nuevas vocaciones económicas para darse esa enorme migración que incrementó la urbanización hasta ser hoy 2 millones de historias que buscamos darle sentido al respiro.

Pero el eslabón más vulnerable de esta cadena social son los menores: expuestos a la condición de pobreza debido a su dependencia física, emocional, económica y social, así como también a la falta de autonomía de las familias y de las instituciones. Los adultos mayores también lo somos, pero como sea ya tuvimos la oportunidad de vivir, cuando los chiquillos apenas reciben ese regalo. En León, poco más de la mitad de la población en primera infancia se encuentra en situación de pobreza, un poco menos la población de 6 a 11 años y poco menos de la mitad los adolescentes. La pobreza priva a los niños del derecho fundamental a la vida y de la oportunidad de tener una educación y les impide tener acceso a atención sanitaria, agua potable, alimentación, refugio, seguridad y protección, información, etc.

Es cierto que la pirámide poblacional en México está cambiando y cada vez tenemos menos nacimientos y más compasión hacia perros y gatos que a la infancia. Pero en esta lógica difícil de entender, es cuanto más debemos trabajar en crear conciencia y acciones para que haya redes solidarias hacia la niñez en pobreza. De acuerdo con Coneval el porcentaje de pobreza en Guanajuato es 1.5 puntos porcentuales mayor que el porcentaje nacional (41.9%); el porcentaje de población vulnerable por carencias sociales es ya casi del 30. El 48% de niños, niñas y adolescentes en la entidad, es decir 882 mil jóvenes, viven en hogares en pobreza. Uno de cada tres NNA (niñas niños y adolescentes) viven en un hogar que presenta carencia por acceso a la alimentación. Y lamentablemente, León, junto con Coroneo y Tierra Blanca, es el municipio en donde hay mayor proporción de NNA que tiene limitaciones al acceso a la alimentación de calidad y nutritiva.

Por eso, los “días de reyes” se dan cantidad de iniciativas en la ciudad para expresar la solidaridad y el cariño hacia la niñez en vulnerabilidad, ya en cobijas, en juguetes, en piñatas, en despensas, para paliar en algo la trama diaria de la sobrevivencia, y quienes vivimos en medio de ellos recibimos ofertas solidarias de ayuda. Por estudios que hacemos en Ciudad del Niño Don Bosco, obra con 64 años en trabajo social con menores, sabemos que la vulnerabilidad social de NNA sigue aumentando; los principales riesgos en su comunidad son el robo y la inseguridad en las calles. Falta mucho por hacer a diario para que las universidades, Iglesias, voluntarios, sociedad civil y las empresas, contribuyamos para que la infancia tenga una mejor calidad de vida y que desde la infancia tenga confianza en el futuro; que su crianza sea de amor y tenga ilusiones, como la de los Reyes Magos.

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