Han pasado casi cuatro años desde que nos impactó la COVID-19. En Estados Unidos, la pandemia dejó más de un millón de muertos y millones de personas más con problemas de salud persistentes. Mucha de la vida normal se detuvo, en parte debido a los confinamientos oficiales, pero principalmente debido a que el temor de contagiarse hacía que la gente se quedara en casa.
La gran pregunta en los años posteriores fue si Estados Unidos llegaría a recuperarse por completo de ese impacto. La respuesta llegó en 2023: sí. De hecho, nuestra sociedad y nuestra economía han sanado increíblemente bien. La gran pregunta que nos queda es cuándo, si acaso en algún momento, la población estará preparada para aceptar la buena noticia.
Desde luego que, a corto plazo, la pandemia tuvo graves efectos económicos y sociales, de muchas maneras más generales y profundas de las que casi todos esperaban. En cuestión de semanas, el empleo disminuyó por 25 millones. La gran ayuda gubernamental aminoró las dificultades económicas de las familias, pero conservar el poder adquisitivo de los estadounidenses frente a una economía trastocada significó que a menudo la demanda excedía la oferta y, como resultado, las cadenas de suministro se desbordaron y la inflación se disparó.
Al mismo tiempo, la pandemia hizo que se limitaran las interacciones sociales y que muchas personas se sintieran aisladas. Es difícil medir el costo psicológico, pero el deterioro de los vínculos sociales contribuyó a la aparición de una serie de tendencias negativas, entre ellas el aumento de los crímenes con violencia.
No era difícil imaginar que la experiencia de la pandemia dejaría cicatrices a largo plazo, que el COVID prolongado y las jubilaciones prematuras dejarían una reducción permanente de la fuerza laboral, que disminuir la inflación implicaría un elevado nivel de desempleo durante varios años, que el aumento de la delincuencia anunciaba una crisis continua de la tranquilidad pública.
Pero nada de eso sucedió.
Tal vez hayan escuchado las buenas noticias en materia económica. De hecho, la participación laboral -el porcentaje de adultos en la fuerza laboral actual- es un poco mayor de lo que pronosticó la Oficina de Presupuesto del Congreso antes de la pandemia. Los indicadores de la inflación subyacente han vuelto a disminuir más o menos a la meta del dos por ciento de la Reserva Federal pese a que el desempleo está cerca de un mínimo que no se había visto en 50 años. Con el ajuste de la inflación, la mayor parte de los salarios de los trabajadores han aumentado.
Por alguna razón, no he escuchado tanto las noticias sobre delincuencia, pero también son muy buenas. Los datos del FBI muestran que los crímenes con violencia han disminuido: han vuelto a los niveles de 2019 y parece que seguirán disminuyendo. Es probable que los homicidios no hayan retornado a los niveles de 2019, pero las cifras se están desplomando.
Nada de esto borra las muertes provocadas por la COVID ni la preocupante pérdida de aprendizaje que afectó a millones de estudiantes. Pero, en general, tanto nuestra economía como nuestra sociedad están en mucho mejor estado ahora de lo que habría pronosticado la mayoría de la gente en los primeros días de la pandemia o de lo que la mayoría de los estadounidenses están dispuestos a reconocer.
Porque si la resiliencia de Estados Unidos frente al impacto de la pandemia ha sido destacada, también lo ha sido el pesimismo de la población.
Para este momento, cualquiera que escriba sobre la situación económica ya se ha acostumbrado a las publicaciones en los correos y las redes sociales (las cuales casi siempre comienzan con: “Oye, idiota”) que insisten en que las estadísticas oficiales relacionadas con el desempleo y la inflación reducidos son engañosas, por no decir mentiras descaradas. No, el índice de precios al consumidor no hace caso omiso de los alimentos y la energía, aunque algunos indicadores de análisis sí; no, los precios de los comestibles no siguen al alza.
En vez de enfrascarse en más discusiones con las personas desesperadas por encontrar alguna justificación de una opinión negativa en materia económica, a mí me parece más útil señalar que sin importar lo que digan los consumidores estadounidenses sobre el estado de la economía, están gastando como si sus finanzas estuvieran muy sólidas. En estas últimas fechas, parece que las ventas de la temporada navideña fueron bastante buenas.
¿Y con respecto a la delincuencia? Se trata de un tema en el que, desde hace mucho tiempo, las percepciones de la población han estado en una notoria contraposición con la realidad, en que la gente les dice a las encuestadoras que la delincuencia está en aumento, aunque está bajando con rapidez. De acuerdo con Gallup, en este momento, el 63 por ciento de los estadounidenses afirma que la delincuencia es un problema “extremadamente” o “muy” grave para Estados Unidos, pero solo el 17 por ciento dice que es un problema muy grave donde ellos viven.
Además, los estadounidenses no actúan como si estuvieran aterrados por la delincuencia. Como ya he escrito antes, en los centros de las principales ciudades, el tráfico peatonal de los fines de semana -en términos generales, la cantidad de personas que visitan la ciudad para divertirse y no para trabajar- ha recuperado los niveles anteriores a la pandemia, lo cual no se esperaría si los estadounidenses estuvieran huyendo de un violento infierno urbano.
Así que, sin importar lo que los estadounidenses les digan a las encuestadoras, se portan como si vivieran en un país próspero y bastante seguro (según niveles históricos), el país que presentan las estadísticas oficiales, aunque no los sondeos de opinión. (Aclaración: sí, hay una gran desigualdad e injusticia social, pero no es peor ahora que en años anteriores cuando los estadounidenses eran mucho más optimistas).
Por supuesto que la gran pregunta es si las narrativas sombrías prevalecerán sobre la realidad relativamente luminosa en las elecciones de 2024. Según los datos de las encuestas, hay señales de que las buenas noticias en materia económica están comenzando a abrirse paso, pero yo no sé de ninguna señal equivalente con respecto a la delincuencia.
En cualquier caso, lo que debemos saber es que Estados Unidos respondió muy bien a los retos económicos y sociales de la mortal pandemia. Según la mayoría de los indicadores, somos un país en vías de recuperación. Esperemos que no perder nuestra democracia antes de que el pueblo se dé cuenta de ello.
@PaulKrugman