Hacia fines de 1973 laboraba como subdirector de la Escuela Orientación de Varones, dependiente de la Secretaría de Gobernación y de la Dirección General de Prevención y Readaptación Social, nombre de la institución llamada con un eufemismo, por la política entonces imperante que lo sustituyó por el nombre anterior como se conocía, “Correccional” o “Reformatorio de Menores”; en fin, allí se internaba a los menores infractores, aunque correspondía solo a los de edades que fluctuaban entre los catorce y dieciocho años.
Como secretario del Consejo Técnico Interdisciplinario de la institución recibí la propuesta de un programa extraordinario o piloto de externación parcial o temporal por quince días; del 22 de diciembre de 1973 al 7 de enero de 1974, al cual denominarían “Regalo de Reyes”, para que un número aproximado de hasta 20 niños de entre 530 internos fueran seleccionados para ser entregados a sus padres ese periodo y los retornaran a la escuela para ser reinternados, aunque ya con mejores méritos para en una sesión posterior pudieran ser considerados para otro beneficio similar, por ejemplo, para la Semana Santa siguiente y después ser externados en definitiva.
Quienes lo propusieron fueron los titulares de las áreas de Psicología y Psiquiatría y la de Trabajo Social, como prueba piloto, para variar las oportunidades de estimular a los niños descarriados a un mejor comportamiento social y su reintegración a la sociedad.
Así lo hice saber a los integrantes en esa sesión normalmente mensual, pidiendo a uno de los proponentes que la explicara con mayor amplitud, lo cual hizo, destacando que tal medida no estaba contemplada en la Ley del Tribunal para Menores, aunque podría autorizarla como un beneficio extraordinario de la Dirección General, entonces a cargo de un excelente ser humano y experto en la materia tanto de readaptación social como penitenciaria, como lo era el Dr. Francisco Núñez Chávez.
Luego entonces se acordó en esa quincena del mes de octubre hacer la solicitud correspondiente explicando los objetivos y la sistemática; la Dirección General autorizó el programa recomendando un breve trámite de orientación y comprensión tanto a los menores beneficiarios como a los padres sobre la trascendencia de la medida y la responsabilidad que contraían.
Se trabajó en ese mes y en noviembre sobre los expedientes seleccionados y se escuchó la suma de las opiniones de los consejeros a cargo de las áreas de educación primaria y secundaria, de los talleres para artes y oficios, de deportes y de agricultura, aves y ganadería. Así se logró seleccionar a solo diecisiete niños, porque se consideró que tres no calificaban por diversas circunstancias.
Los amables lectores se preguntarán por qué nos referimos a “niños” si esos adolescentes ya tenían algunos hasta diecisiete años, pero valga agregar que así lo precisa y define la Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño en su artículo 1, que reza: “Se considera niño a toda persona menor de dieciocho años”.
Después de la selección y las pláticas de preparación para los menores y sus padres, verificación de sus domicilios personalmente por las áreas de Trabajo Social y de la Vigilancia o Policía Tutelar y los medios de su localización y comunicación, finalmente fueron externados el 22 de diciembre por la mañana después de una sesión en la sala de juntas, con mucho entusiasmo y algarabía, insistiendo en su regreso para el día 7 de enero de 1974, un día después del Día de Reyes. ¡Hace 50 años!
A medida que pasaban los días, aumentaba la tensión en la Escuela Orientación Varones, en su director y demás colaboradores para el día 7 de enero ante la incertidumbre del retorno de los internos.
No obstante, para satisfacción y alivio de todos, desde temprano empezaron a arribar a la escuela, allá por avenida San Fernando, en Tlalpan, los primeros jóvenes con sus padres, contentos y agradecidos; ya para antes de las catorce horas habían retornado dieciséis de los beneficiados, solo faltaba uno que nunca llegó.
Causó conmoción y desde ese día por la tarde se procedió a contactar a sus padres; su madre acudió al día siguiente para informar que después de Año Nuevo su hijo se ausentó y no sabían su paradero, aunque no se notaba apesadumbrada ni preocupada, lo cual era extraño. Se reportó todo a la Dirección General y después de casi veinte días, la Policía Tutelar logró su localización y lo regresó a la escuela para su internamiento.
Días después recibimos la comunicación oficial del Dr. Núñez Chávez, con un extrañamiento y dando por cancelado y concluido ese programa calificándolo como “fallido”, hasta que se publicara la nueva Ley del Consejo Tutelar de Menores y su sistema, lo cual ocurriría hasta el 2 de agosto de 1974, sustituyendo a la anterior del Tribunal para Menores vigente desde 1941.
Ahora ya ni esa ley está vigente, sino que cambió totalmente con la Ley Nacional del Sistema Integral de Justicia Penal para Adolescentes, publicada el 16 de junio de 2016.
Aquella acción eminentemente humanista que intentamos en su momento quedó en el olvido, ya no supimos de algún beneficio o medida similar.
Cabe recordar en esta materia de los mal llamados “menores delincuentes”, aquellas ideas de Luis Buñuel en su laureada película “Los Olvidados”, en palabras del actor Francisco Jambrina, en su papel de director de la Escuela Granja para tratamiento de menores infractores, al darle al joven protagonista Pedro, un billete de 50 pesos para que vaya a comprarle una cajetilla de cigarros; otro interlocutor le dice al director, “cómo le sueltas ese billete y lo dejas salir”, a lo cual replica el director: “Estos muchachos necesitan de comprensión, de amor y de confianza de sus padres y de la sociedad; si no regresara pese a esta muestra de confianza en él, solo me habré equivocado y perdido 50 pesos”.
Hasta la próxima semana, amables lectores.