Por estar metido hace cuatro décadas en el trabajo con jóvenes en vulnerabilidad, me piden dar opinión sobre metodologías que contribuyan a mejorar el proyecto de vida de ellos. Esta maravillosa existencia me llevó a vivir y trabajar con ellos en suburbios, en internados, en escuelas, en universidades, en grupos juveniles y tener enorme cercanía con sus dilemas y sueños. Pero hoy ser joven es entrar al mundo de la probabilidad de ingresar a la desesperanza y a tener contacto con el mundo de las drogas y a sufrir el crimen que a todos nos circunda.

Los estudios nacionales con datos duros sobre la edad de quienes son víctimas de la violencia y son reclutados, son escalofriantes y contundentes: la edad promedio sigue bajando a menos de 25 años. Las masacres en el País y en el estado de Guanajuato, nos reflejan el resquebrajamiento que ha hecho el crimen organizado, de nuestra vida social; se ha infiltrado en la vida de todas las personas y esto se refleja en incremento de actos delictivos y en la necesidad de que más jóvenes ingresen a programas ya ni siquiera preventivos, sino correctivos. La problemática de reclutamiento seguirá creciendo, pues la estrategia del gobierno federal de “abrazos no balazos”, mostró con las estadísticas de muertes violentas, su fracaso y se requerirán nuevas ecuaciones.

Sabemos que la solución de fondo es tener un sistema económico más justo, que dé oportunidades a las mayorías. La injusta distribución del PIB entre los patrones y los trabajadores es enorme. Más ricos con más pobres.  El efecto, es que los jóvenes son víctimas de la tentación de ganar dinero fácil y rápido; de lado está ya la vida honesta y de esfuerzo vía el estudio y los valores. Nos encontramos frente a un desafío que requiere mejor repartición de la riqueza, seguida de entornos propicios para abrir oportunidades a los jóvenes, con pre internamiento, con redes, con emprendimientos, con trabajos temporales, con becas en el inicio del bachillerato en zonas marginadas.  

¿Qué hacer, me preguntan? No hay metodologías completamente exitosas ni de corto plazo en la prevención y atención de los jóvenes en vulnerabilidad social y en riesgo de adicciones. Solo nos acercamos a la solución y aumentamos la probabilidad de éxito. Es todo. No hay magia, sino prácticas exitosas que deben ser compartidas. Específicamente, programas como Planet Youth y otros modelos extranjeros tienen efecto en la promoción de valores, pero no es fácil poder comprobar que tengan algún impacto en reducir la incidencia en algunas de las variables críticas: consumo per cápita de drogas, porcentaje de jóvenes en conflicto con la ley e incidencia de enfermedades mentales. No lo hay. Los inconvenientes de estos programas es que no se puede medir su impacto en el corto plazo, y que, en caso de tener algún efecto, tendría que medirse en el mediano plazo y comparar la inversión realizada, contra la disminución de algún indicador de los mencionados.

En Ciudad del Niño Don Bosco, realizando un proyecto de investigación con el gobierno de Alemania, tenemos más elementos de la problemática regional, basados en nuestras experiencias en la formación y atención de jóvenes. En Guanajuato tenemos una cantidad enorme de “anexos” como centros que atienden a los jóvenes en dinámicas de consumo, pero que no tienen ni regulación, ni apoyos, ni certificaciones. Sistematizamos los perfiles de ingreso a alguno de los cuatro procesos críticos que mencioné y es posible obtener un perfil en aquellas etapas tempranas donde se da la entrada a este infierno: desertores escolares, violencia familiar, pobreza y marginación y rompimiento del núcleo familiar.  

Precisamente en el estudio que menciono con el gobierno alemán, confirmamos que solo con programas intensivos con los menores en etapas entre los 12 y 16 que se acerquen a los perfiles identificados, es donde se puede atender y es donde lamentablemente no hay incentivos, apoyos o legislación que facilite focalizarnos donde está la “puerta” a la delincuencia. Para poder incrementar la cobertura de proyectos exitosos, se requieren donativos privados y del extranjero. Afortunadamente, ha aumentado el conocimiento sobre el problema y cada vez hay más voluntarios, filántropos, que voltean a ver que la vulnerabilidad de los jóvenes crece dramáticamente y que debemos actuar pronto para que regresen a la vida.

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