Los capitales que huyen de México impulsados por una creciente desconfianza en un Gobierno anti-empresarial votan con los PESOS que se llevan, mientras que los ciudadanos que buscan una mejor vida en Estados Unidos votan con los PIES al marcharse de México.
Si las cosas anduvieran bien en este nuestro México, no se registrarían ni salida de migrantes mexicanos ni fuga de capitales.
Prueba de que hay mucha gente inconforme con la forma en que la Cuarta Trastornación conduce los destinos del País resultan ser ambos fenómenos.
No debería ser así pues tenemos tasas de interés altísimas, 6 puntos por encima de las de Estados Unidos, pero además tenemos dádivas que se han incrementado, reparto de recursos a ninis y a personas mayores, becas y demás que reparte el Gobierno con el fin de comprar voluntades.
El hecho de que voten con los pies y los pesos habla de que las cosas, para un buen número de ciudadanos, se han tornado insoportables.
Habla de que ya están hartos de vivir el clima agresivo, divisivo y embustero, combinado con una dominante militarización, incremento en la violencia, falta de empleos bien remunerados y en general una actitud anti empresarial, apoyada en un discurso de odio y polarización que pretende desatar la lucha de clases y los resentimientos y que lo único que ha logrado es frenar la inversión productiva. ¡y ahora también la inversión pasiva!
Ni pagando intereses récord hay confianza en el papel gubernamental mexicano, por ello han huido del País en lo que va del sexenio casi trescientos cincuenta mil millones de pesos.
Habría que remontarnos al sexenio del expresidente Zedillo para encontrar un déficit neto (y éste chiquito, apenas sesenta y nueve mil millones de pesos) ya que con Salinas, Fox, Calderón y Peña se captó más capital del que salió de México.
De la misma manera no había tanta gente huyendo de México, principalmente -pensamos- porque ya no soportan la violencia, la inseguridad que reina en grandes zonas del País ni la falta de oportunidades para lograr un empleo digno y bien remunerado.
Esto último impulsado por la desconfianza que genera este Gobierno que expropia con la mano en la cintura, con la amenaza de no indemnizar, con un plan energético que repudia la inversión privada y todo el tiempo violando los preceptos del Tratado de Libre Comercio.
Como cuando, por citar un ejemplo, por decreto presidencial, por sus pistolas, se decretó la nacionalización del litio, a sabiendas que existen concesiones otorgadas para su explotación.
Lo mismo ha sucedido con campos petroleros, con gasoductos, y con otras concesiones, como la de producción de energía eléctrica de la que fue despojada la española Iberdrola.
Expropia este Gobierno, pues, a capricho, tanto a quienes invierten en energía como en minería, o que poseen tierra por donde el Gobierno pretende mandar sus trenes, demostrando con ello que en México no hay certeza para la inversión ni para la propiedad.
Todo depende de la voluntad y capricho de un solo individuo, el Presidente, quien actúa más como Emperador que como simple titular del Ejecutivo en un País democrático.
No funcionan las instituciones autónomas e independientes que defienden ante el Gobierno los Derechos que nuestra Constitución les concede a los ciudadanos en el Capítulo de las garantías individuales.
Para decirlo corto, hay miedo en México, miedo a la inseguridad y la violencia, miedo generado por la ineficacia de las fuerzas del orden, pavor por el desorden en el Poder Judicial, dominado y sometido por el Poder Ejecutivo, temor por los caprichos y arranque de furia desatados por un Presidente autoritario que no tolera ni acepta la crítica ni la disensión.
¡Ni con fuertísimos incentivos como los elevadísimos réditos disponibles en México, ni con las supuestas ventajas del nearshoring logramos que los inversionistas compren papel mexicano y pongan su dinero dentro de México!
El México de la 4T, simplemente, ha perdido su atractivo: no es ni amistoso ni acogedor: es nuestro México ya territorio de narcos y botas militares, sin Ley ni seguridad. Esto es la realidad, lo demás es cuento.