Señor Presidente, 

Primero en Proceso, y luego en El País y en Reforma, expresé públicamente mis razones para votar por usted en 2006, 2012 y 2018: entonces no recibí ninguna consigna. Las decenas -literalmente: decenas- de veces que en estas páginas he escrito que el acto político más irresponsable y pernicioso de nuestra historia reciente es la guerra contra el narco iniciada por el presidente Calderón en diciembre de 2006 -muy poco después de las desaseadas elecciones que lo llevaron al poder, las cuales asimismo critiqué con vehemencia-, tampoco fueron producto de consigna alguna. Cada vez que denuncié la corrupción del régimen del presidente Peña Nieto, incluyendo la Estafa Maestra, no había consigna que me guiara. Menos aun cuando celebré su holgado triunfo en 2018. No la había en Una novela criminal, donde documenté los abusos cometidos por Calderón, García Luna y sus secuaces, y menos en el documental homónimo de Netflix, que, en otra de sus mañaneras, usted invitó a ver a todos los mexicanos. En cambio, cuando me atreví a afirmar que ha incumplido la mayor parte de sus promesas de campaña y que en seis años no ha hecho nada para que dejemos de ser un país sin justicia -las cifras no mienten: el 99 por ciento de los delitos sigue quedando impune-, usted aprovechó su investidura para afirmar, sin fundamento, que lo hago por consigna.

No soy el primero ni seré el último de sus críticos a quienes usted ha pretendido descalificar; una medida del profundo desgaste de nuestra vida cívica es que ya a nadie parezca sorprenderle o incomodarle. No, señor Presidente: usted no puede invocar la libertad de expresión para calumniar a un ciudadano. Mientras que es un derecho, y casi diría una obligación democrática de nosotros, sus gobernados, criticar su ejercicio del poder -y yo lo he hecho siempre con respeto-, que el Presidente de una nación se valga de ese mismo poder para atacar a un ciudadano revela la faceta autoritaria que tantos le han adjudicado, así como su incapacidad para la autocrítica. A estas alturas debería saberlo: las palabras de quien detenta el poder jamás son inocuas y tienen consecuencias. En primer lugar, abren la veda a que miles de bots, cuentas pagadas y gatilleros a sueldo insistan en la difamación. Y, en segundo, produce efectos colaterales que ni usted mismo se ha detenido a evaluar. El ataque frontal a un ciudadano, quienquiera que sea, lo coloca a usted del lado de los déspotas. ¿Así es como ansía pasar a la historia?

No me guía consigna alguna, señor Presidente. Un escritor no busca el aplauso inmediato -como usted- para camuflar sus desaciertos. No aspiro a ser popular ni querido, sino apenas a decir la verdad, o al menos mi verdad, con honestidad y sin ninguna intención oculta. Errónea o cierta, mi opinión es rabiosamente independiente. Una vez más, de seguro no le gustará a usted, y tampoco a muchos: la disidencia es un baluarte democrático.

Sigo creyendo con firmeza, como cuando era joven, que los problemas de México, una de las sociedades más desiguales y violentas del planeta, solo pueden ser resueltos aplicando la agenda de la izquierda democrática: esa misma izquierda que usted -se lo repito- dejó atrás. Los pobres, esos pobres a los que usted dice defender, merecen un Estado fuerte que redistribuya la riqueza de forma transparente. Un sistema fiscal que tase progresivamente a los más ricos. Un auténtico Estado de derecho que garantice una justicia que hoy no existe. Educación y salud de calidad: dos temas que en sus manos solo han empeorado. Un nuevo enfoque sobre la violencia que legalice las drogas y no implique la militarización de todas nuestras instituciones. La defensa de los derechos sociales, de las minorías y los migrantes, y el respeto a las víctimas.

De seguro puedo volver a equivocarme, pero aún confío en que Claudia Sheinbaum se atreva a llevar a cabo este programa de izquierda democrática y espero que, más pronto que tarde, se desprenda de las medidas neoliberales y conservadoras que, bajo la máscara de su discurso progresista, usted ha impuesto a su capricho, decepcionando a millones de votantes. Y, en el fondo, a todo México.

@jvolpi

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