La democracia en México se ha visto atropellada en muchas ocasiones. Después de la Revolución se instauró una dictadura de partido, controlando el acceso al poder a través de sus propias instituciones. Aunque para simular democracia permitía que partidos de oposición participaran en las elecciones asegurándose de que no pudieran triunfar. Durante 70 años el PRI mantuvo el control político mexicano a través de un esquema de clientelismo y el uso de fraude electoral. La figura presidencial gozaba de todas las facultades. Hasta la de decidir la hora aludiendo a Porfirio Díaz cuando preguntó: “¿Qué hora es?” la respuesta fue: “la hora que usted diga, señor presidente”.

No se puede hablar de democracia moderna en México sin mencionar las acciones del movimiento estudiantil del 68. Esta generación instruida tomó conciencia de sus derechos y de su responsabilidad ciudadana para revelarse contra los excesos y abusos del poder gubernamental. Los medios de comunicación estaban al servicio del gobierno y evitaban cualquier acusación hacia el sistema.  Las autoridades eran represivas con las críticas y se coartaba la libertad de expresión. El partido en el poder concentraba todo el dominio.

Muchos años tuvieron que pasar para lograr cambios democráticos a través de la construcción de instituciones que fueran capaces de organizar elecciones libres, que garantizaran resultados, y que la ciudadanía confiara en ellos y los reconociera. Aunque en la memoria colectiva en un sector de la sociedad mexicana permanece una situación de fraude electoral en 2006, existe evidencia fuerte que los votos se contaron correctamente. En el 2007 se adopta un nuevo modelo democrático que incluye prohibiciones para los partidos políticos como la compra de tiempo aire en los medios de comunicación masiva, de emisión de propaganda gubernamental durante las campañas, de difusión de contenidos que calumnien a las personas o denigren a las instituciones. La creación de los órganos autónomos encargados de vigilar la función pública en cuanto a su transparencia y equidad, ha servido como contrapeso a los poderes políticos fortaleciendo así el ejercicio de la democracia. Muy importante fue la creación de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) en 1992, que es la encargada de atender los posibles casos de violación de los derechos humanos cometidos por el Estado.

A pesar de luchar muchos años por fortalecer la democracia en nuestro país, hoy se encuentra amenazada con la figura del presidencialismo autoritario y absolutista que pretende la disolución de poderes y eliminación de cualquier contrapeso que pueda intervenir con el control y dominio que quiere ejercer en el país. Las iniciativas legislativas que enviará el presidente el 5 de febrero confirman sus intenciones. Muchas de las políticas públicas y proyectos que ha implementado, han derivado de ocurrencias, caprichos y conveniencias, modificando leyes para lograrlo. Quiere convertirse en el dueño del país perpetuando su poder a través de su partido.

Muchas organizaciones de la sociedad civil están alerta a lo que sucede al igual que muchos medios de comunicación, que en conjunto hacen contrapeso con la ciudadanía consciente que no está dispuesta a vivir bajo una dictadura y dejar ir los avances logrados en pluralidad y democracia.

 

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