La política en Estados Unidos enfrenta una situación prácticamente inédita. En condiciones normales durante un año electoral, al menos uno de los dos partidos políticos celebraría elecciones primarias medianamente disputadas que involucrarían a un puñado de políticos quienes, a lo largo de un trimestre, se disputarían la mayor parte de los estados en juego hasta quedarse con la candidatura, que normalmente se resuelve en el llamado “supermartes” de principios de marzo, donde varios estados coinciden en sus procesos electorales. Cuando no hay un presidente en funciones buscando la reelección (como es el caso ahora en el partido republicano), los procesos de elección primaria siempre habían sido mayormente reñidos. En los últimos 50 años en el partido republicano, no hay casos de candidatos que, sin ser el presidente, en funciones, hayan logrado ganar, por ejemplo, los dos primeros estados en disputa: Iowa y Nuevo Hampshire.

La elección del 2024 ha roto esos precedentes.

La fortaleza de Donald Trump con los votantes de su partido lo ha vuelto una figura sin precedentes inmediatos en la historia moderna de su país: una suerte de presidente en funciones de facto que domina a su partido como si aún tuviera el poder del Ejecutivo. Esto ha creado un extraño vacío: la prensa estadounidense insiste en cubrir la campaña del partido republicano y su proceso de elecciones primarias, como si fuera normal; como si Nikki Haley, la única candidata que permanece en la contienda contra Trump, tuviera algún tipo de oportunidad. No la tiene: el partido republicano le pertenece a Trump, lo mismo que la candidatura.

Ese arroz ya se coció.

Pero solo ese arroz.

La fuerza inobjetable de Trump dentro del partido republicano no es garantía de triunfo en las elecciones generales de noviembre. De hecho, la elección en Nuevo Hampshire sirvió para revelar algunas grietas en los alcances del trumpismo. La más relevante tiene que ver con los votantes independientes. En la elección primaria en Nuevo Hampshire pudieron participar votantes independientes. El resultado fue muy negativo para Trump. Haley ganó el 58% de esos electores, por solo 39% de Trump. Las encuestas de boca de urna confirmaron otros focos rojos para Trump y los republicanos: casi la totalidad de los votantes de Haley dijeron que estarían insatisfechos si Trump resultara el candidato. 8 de cada 10 declararon que, de ser culpable en uno de los múltiples juicios que enfrenta, Trump no sería digno de la presidencia. Trump también mantuvo una tendencia negativa entre los votantes con educación universitaria.

Todo esto confirma una obviedad: no es lo mismo la elección primaria que la presidencial. Aunque Trump genera verdadero entusiasmo entre la mayoría de los votantes republicanos, esa base puede no ser suficiente para ganar la elección.

En el 2020, Biden ganó 52% del voto independiente, un salto de diez puntos sobre el total de Hillary Clinton en 2016. En el 2024, debe encontrar la manera de repetir ese desempeño. En las últimas encuestas generales, es Donald Trump quien parece convencer a la mayor cantidad de independientes, pero los indecisos rebasan el 20% y en Nuevo Hampshire los independientes votaron con toda claridad repudiándolo.

Ahí hay una ventana de oportunidad para Biden. También hay una oportunidad con los votantes con grado universitario y los más jóvenes.

En cualquier caso, los resultados del principio del proceso republicano confirman que, si bien la elección sigue cuesta arriba para Biden y Trump mantiene un control casi hipnótico sobre su partido, el propio Trump también genera suficientes sospechas entre un número considerable de votantes como para pensar en que nada está ni remotamente escrito.

@LeonKrauze

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