El año 1999 es crucial en la historia del populismo del siglo XXI. Ese año arribaron al poder Hugo Chávez en Venezuela y Vladimir Putin en Rusia. El primero esparció el bolivarismo populista de izquierda por gran parte de América del Sur y el Caribe. El segundo, esparció el putinismo de derecha hacia la Europa Oriental y Occidental.
Desde hace tiempo la derecha radical europea financiada por los servicios secretos rusos y por sus empresarios multimillonarios ha venido ganando cada vez más poder en los parlamentos nacionales europeos. En una curiosa transformación ideológica, Moscú dejó de ser el epicentro de la izquierda comunista para pasar a ser el núcleo de la derecha extremista.
Pero la influencia de esta derecha no es sólo estrictamente política. Quizás más importante aún es su prestigio entre una buena franja de la opinión pública europea.
La reciente ola migratoria de población musulmana, que viene escapando de las tiranías políticas y religiosas en Medio Oriente y el Magreb, ha agregado un elemento de tensión en las sociedades. El choque de la civilización europea y la islámica está sirviendo de caldo de cultivo para la expansión de grupos y movimientos de la derecha radical y anti-inmigrante en Europa. Muchos ciudadanos ven con simpatía la causa islamofóbica de estos movimientos, en parte porque varias comunidades musulmanas están renuentes a aceptar los valores de la democracia liberal y, algunas de ellas, incluso fomentan el terrorismo de corte islámico.
Uno de los líderes más conspicuos de la derecha radical europea es el líder húngaro, Victor Orbán. Actualmente Primer Ministro de su país, Orbán ha encabezado el ataque contra el poder judicial y la oposición en aras de establecer un liderazgo carismático y plebiscitario en Hungría. En esto ha tenido cierto éxito.
Ahora Orbán busca trascender su influencia en su país y busca extenderla a Europa.
En efecto, el Primer Ministro húngaro muy probablemente ejercerá un liderazgo importante cuando su país ocupe la presidencia del Consejo de la Unión Europea, a partir del 1 de julio del 2024. Asimismo, este año habrá elecciones locales en Hungría y también para elegir representantes en el Parlamento Europeo. Se espera que Fidesz, el partido que encabeza Orbán, triunfe en ambas elecciones, en parte debido a las ventajas que le da un sistema electoral hecho a la medida.
El líder húngaro ha prometido que, en caso de triunfo, buscará hacer alianza con la derecha italiana y su lideresa, Giorgia Meloni. Está dupla sería, sin duda, muy poderosa.
Por lo pronto, Orbán ha intentado bloquear el financiamiento europeo al gobierno de Kiev, si bien sin éxito. Pero eso no quiere decir que la derecha radical deje de influir en el teatro europeo, defendiendo los intereses de la Rusia de Putin. La Europa unida se nota resquebrajada. Esperemos que pronto los partidos amigos de la democracia liberal encuentren la manera de contrarrestar la influencia de estos movimientos autoritarios. El futuro de la civilización europea está en juego.