Bombazo el que soltó el dos veces Premio Pulitzer, ex colaborador del New York Times y editor de ProPublica, Tim Golden, quien logró acceso a documentos de la DEA norteamericana en la que testigos protegidos afirmaron haber participado en reuniones en el 2006 con coordinadores de la campaña presidencial de López Obrador, Mauricio Soto Caballero y Nicolás Mollinedo, en las que “La Barbie” y Roberto López Nájera, en representación de los Beltrán Leyva ofrecieron 2 millones de dólares para la campaña a cambio de que su candidato, una vez llegado a la Presidencia, los dejara “trabajar”.

El mismo Tim Golden explica que no hay evidencia de que López Obrador estuviera enterado, o supiera, de la negociación de sus “representantes” con los de los Beltrán Leyva.

La versión que conoció Golden en documentos y tras pláticas con cuando menos media docena de funcionarios norteamericanos ocurrió en el 2010 y como no había forma de continuar la investigación (recordarán que Obrador perdió) la misma DEA dio por cerrado el caso.

En su mañanera de ayer el Presidente -obviamente- Negó los hechos descritos y le exigió “pruebas” al Departamento de Estado norteamericano. Bueno, pues las pruebas ahí están, en poder de la DEA, quizá lo que pudo haber dicho el Presidente es que si se dieron esas pláticas él las desconocía y jamás hubiera aceptado un pacto así.

Ahora que, independientemente de lo que pudo haber acontecido en el pasado, lo que más importa en este 2024 es lo que está sucediendo hoy. Ya no quizá con los Beltrán Leyva, pero hay motivos para pensar que pudiera -énfasis en el pudiera- haber algo relacionado con “Los Chapitos”, es decir, el Cártel de Sinaloa, principales fabricantes y exportadores de fentanilo, y buscados por los norteamericanos.

La razón para sospechar que pudiera haber algo en relación a este grupo la ha aportado el Presidente mismo.

Recordemos que lleva SEIS visitas a Badiraguato, cuna de los “Chapos”; el saludo efusivo a la mamá de “El Chapo”, tras cuya muerte el Presidente mandó condolencias públicas, omitiendo hacerlo cuando falleció Doris Beckmann, de Tequila Cuervo, y justo en días en que murió Don Alejandro Garza Lagüera, empresario y pilar de lo que hoy es FEMSA, y suegro de nadie menos que su ex colaborador, Alfonso Romo.

Para los deudos de la mamá de “El Chapo”, solidaridad del Presidente; para empresarios que mucho contribuyeron a la creación de empleos y a las exportaciones (por ende, divisas) que benefician a México, no hubo ni mención, mucho menos condolencias.

O sea que el mismo Presidente ha sembrado la semilla de la posible existencia de un trato preferencial para los integrantes de este grupo criminal -así designado por Estados Unidos- que motiva muchísimas preguntas. Principalmente ¿por qué?, o más bien, ¿a cambio de qué?

Pero la pregunta que más importa es ¿acaso el pasado pudiera ser un reflejo del presente? Es decir, si hubo acuerdos -o intento de acuerdos- en anteriores campañas, ¿los hay en las actuales?

Afirma Golden en su reportaje que hay un debate en el Gobierno norteamericano respecto a qué tanto le corresponde a EU intervenir en asuntos de corrupción en México. Si eso piensan o debaten, pues entonces están nuestros vecinos funcionarios más turulatos que el mismo Trump.

Atenta contra la seguridad interna de Estados Unidos que los cárteles mexicanos, que con sus drogas sintéticas amenazan la salud de los norteamericanos, adquieran más poder político infiltrando las instituciones de Gobierno mexicanas. Sobre todo si una de ellas pudiera -énfasis en el pudiera- ser la Presidencia de México.

¿O qué no tienen preso los norteamericanos a Genaro García Luna, brazo derecho y hombre de todas las confianzas en temas de seguridad y lucha contra el narcotráfico del ex Presidente Felipe Calderón? Precisamente está preso por su contubernio con los narcos del Pacífico, es más, hasta se podría decir que llegaron a ser socios. ¿Así o más cerca de la Presidencia quieren a los narcoterroristas?

Por supuesto que debe ser de interés de las corporaciones de inteligencia norteamericanas que las instituciones del Gobierno mexicano corran el riesgo de ser infiltradas y corrompidas por las organizaciones criminales mexicanas. Éste no es tema para debate: si algo saben deben actuar, la seguridad de ambas naciones lo exige.

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