México es un país maravilloso. Extraordinario. Pero no es pacífico. En esto se equivoca el presidente Andrés Manuel López Obrador. Y para que las cosas cambien es necesario reconocer la violenta realidad que viven casi 130 millones de mexicanos.

Esto fue lo que pasó en la última “mañanera” a la que asistí.

Cinco veces he solicitado entrar a la conferencia de prensa matutina en el Palacio Nacional y cinco veces me permitieron hacerlo, sin solicitar preguntas por adelantado – algo que nunca aceptaría – y con absoluta libertad para preguntar lo que yo quisiera. El presidente me dio la palabra las cinco veces y en todas las ocasiones tuvimos un intercambio intenso y abierto. Todo esto lo agradezco.

Pero el presidente y yo no estamos de acuerdo sobre la violencia.

“No me va a decir que México es un país pacífico”, le dije . “México es un país muy violento”.

“No”, contestó. “Es un país pacífico, fíjate”.

“¿Con 166 mil muertos en cinco años?”

“Es un país pacífico”, insistió. “Esto, en buena medida, son enfrentamientos entre bandas para competir en el mercado del narcomenudeo… eso si es una tragedia. Nosotros, si continuamos con la misma política, lo vamos a resolver. Ahora sí que te diría que me canso ganso.”

En las siguientes dos “mañaneras” el presidente continuó con su discurso triunfalista, a pesar de que su sexenio podría terminar con casi 190 mil asesinatos, muy por arriba que los homicidios cometidos en cada uno de los gobiernos que le precedieron este siglo. “México está viviendo un momento estelar de su historia”, dijo un día. Y al siguiente, repitió: “México está en su mejor momento”.

No lo está. Comparamoslo.

Estados Unidos también es un país peligroso. El año pasado hubo 656 matanzas o tiroteos, según el Gun Violence Archive, y hay un gravísimo problema de inseguridad en lugares públicos por la falta de control de armas. Pero, aún así, en el 2023 hubo más asesinatos en México – 29,675 – que los 18,854 que hubo en Estados Unidos. Y eso que la población estadounidense (unos 330 millones) es mucho más grande que la mexicana.

Lo más frustrante del asunto es que si el propio presidente López Obrador no cree que el asesinato de 81 personas al día en México – como promedio – es una verdadera tragedia, entonces nada va a cambiar. La militarización del país, lejos de pacificar, ha generado más violencia. La estrategia de “abrazos, no balazos” ha sido un desastre. Sí ese es el principal reto de la próxima presidenta o presidente.

Pero la violencia no es lo único preocupante en México. El presidente también ha erosionado y puesto a prueba a la joven y frágil democracia mexicana al acumular tanto poder, al militarizar el país, al descalificar injustamente desde su poderosa tribuna matutina a jueces, activistas, feministas y periodistas, al criticar al Instituto Nacional Electoral. que garantiza elecciones libres, al tratar de desaparecer organismos autónomos y al apoyar de manera vergonzosa a dictaduras como la de Cuba y Venezuela. México no debe ser como Cuba. El presidente nunca se atrevió a llamar dictador a Fidel Castro ni a Raúl Castro, ni a Miguel Díaz-Canel.

A pesar de lo anterior, estoy convencido de que los mexicanos no dejarán que la democracia desaparezca. Al contrario. Costó tanto trabajo, tanto tiempo y tantas vidas, que seguirán luchando por ella. Voto por voto. El 2 de junio debe ganar, sencillamente, quien tenga más votos.

Al final de la conferencia de prensa a la que asistí en el Palacio Nacional pasó algo interesante. Yo le había dicho al presidente que México es uno de los países del mundo más peligrosos para ejercer el periodismo, fuera de Gaza. En eso el presidente tampoco estuvo de acuerdo. Pero desde que AMLO llegó al poder han asesinado a 43 periodistas en México, según la organización Artículo 19.

Y cuando AMLO ya se iba, después de una conferencia de tres horas, los periodistas no lo dejaron ir. Lo bombardearon con preguntas sobre la filtración de los datos personales de cerca de 300 reporteros que cubren las conferencias del presidente. Esa filtración, atribuida oficialmente a un ejemplo, pone en peligro sus vidas y las de sus familias. Ese ejercicio de rendición de cuentas debe ser la norma, todos los días.

Nunca he entendido por qué no van más periodistas a la “mañanera”. No es fácil tocar el micrófono. Pero casi siempre se le puede preguntar algo al presidente, con micrófono o sin él. En ninguna otra parte del mundo ocurre algo así todos los días hábiles de la semana. Y eso es lo que hay que hacer cuando el presidente dice que México es “pacífico” y tú le puedes comprobar, con sus propios datos, que no lo es.

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