Cerrando los ojos escuchando esa música de fondo, sigo instrucciones precisas abriendo mi mente y mi corazón, retrocedo guiada por una voz maestra que conoce el acceso. La ruta es una cinta que se rebobina, un espiral que gira, una senda que sigue en retroceso las etapas de mi vida. Ella no permite detenerme en ninguna, así que sólo observo desde la barandilla de mi barco, soy una viajera que regresa a casa.
Nos describe un hermoso prado sembrado de árboles en donde ahora camino, capto el olor de la hierba aplastada bajo mis pies, el viento suave merodea curioso, escucho un palomo en una rama que me saluda entornando sus ojos negros. Lo he logrado, tomé el acceso, estoy aquí.
Ella sigue hablando con voz suave, me dice que te busque que debes de estar por ahí. Yo, sé exactamente en dónde encontrarte, ¿acaso no se trata de mí misma?
Me detengo bajo un árbol y te llamo; Baja Chava, estoy aquí. Te hablo del porqué de mi viaje y después de muchas explicaciones decides venir. Mientras, sigo escuchando su voz que dice que me fije cómo vas vestida y peinada. Ahora que te veo, se me ilumina el recuerdo de mis manos niñas, mi pelo, mis ojos. Me sorprende. Es como ver un álbum viviente en el que a cada palabra suya, veo con más nitidez a detalle y precisión.
Voy siguiendo instrucciones, así que te pido que caminemos juntas para no turbarte, no es fácil romper la barrera del tiempo y simplemente decirte que volví, por eso entiendo que me mires con desconfianza. Escuchas mis explicaciones con expectación; tú eres mi hoja de ruta, te digo, mi esencia, mi origen, mi fuerza, cargas en ti los sueños más preciados. Por fin comprendes, vences tus resistencias y sin mayores explicaciones, tomas mi mano confiada.
El sol brilla, un cielo sin nubes nos cubre, nosotras recargadas en un tronco platicamos, no hay tiempo, se ha detenido, está fundido en la tarde que promete no tener fin y ve con esperanza nuestro encuentro. Todo está bien.
A veces para lograr comprendernos y no juzgarnos, es necesario volver tras nuestros pasos, ser empáticos con esos niños que no entendían explicaciones, que guardaban las dudas en el bolsillo como guijarros para ver si encontraban las respuestas más delante. Y ahora, te digo, yo las traigo conmigo, puedes preguntarme lo que quieras, me las ha respondido el tiempo, las desprendí a tirones por el camino como a las hierbas, para algunas, tuve que excavar bajo tierra por túneles profundos, otras fueron accesibles y estaban al alcance de mi mano, unas cuantas las descubrí en rostros impenetrables, me las dictaron unos ojos duros como piedras de pedernal.
Lumy sigue hablando, la tarde ha caído y nos dice que nos despidamos de nuestra niña. Te digo que volveré porque tengo mucho que contarte, hay demasiadas palabras que te corresponden y abrazos que te quiero dar, y tú me sonríes con los ojos luminosos, sabes que cumpliré porque no es posible mentirse a sí mismo, es un imposible. Es tiempo, te digo, me dispongo a tomar el acceso de sus palabras que me trajeron aquí y me llevarán a mi realidad.
Me voy alejando melancólica, nos decimos adiós con las manos, tú, te quedas al cobijo de los árboles, yo, recorro la distancia siguiendo el sonido de su voz; respiro hondo, una, dos, tres veces, siento el suelo bajo mis pies, estoy de nuevo aquí. Me embarga una sensación extraña al no verte, mas sé cómo llegar a ti, conozco el acceso y estoy tranquila. Esto fue sólo un buen comienzo.