Un hombre le explica cosas a Claudia Sheinbaum. Mientras la candidata del oficialismo forma un equipo que dice trabajar para armar un programa de gobierno a partir del diálogo, el presidente decide escribírselo y enviarlo al Congreso con un mensaje a ella: éste es tu proyecto, éstas son tus prioridades, ésta es tu agenda. Si tienes una propuesta para los siguientes años, tírala a la basura porque ya te he ahorrado el trabajo. No tienes por qué buscar en otro lado, no tienes que consultar a nadie más. He redactado las iniciativas de tu gobierno para que no sientas la molestia de escribirlas tú misma. Como verás, son cambios que alteran sustancialmente la estructura del régimen político del país. No te preocupes por los detalles, solamente es necesario tu respaldo. Claudia Sheinbaum, en menos de lo que habría tardado en leer las 20 iniciativas del patriarca, anunció un apoyo sin reserva. Nada había que revisar de estas propuestas. No era necesario leerlas, estudiarlas, hacer cálculos de viabilidad. No tenía sentido hacer estudios sobre su impacto. Por supuesto, dijo Sheinbaum, estas iniciativas serán la “base sustantiva” de nuestro gobierno.
En 2008 Rebecca Solnit publicó el ensayo del que tomo la idea para el párrafo de arriba. La escritora norteamericana contaba que, en una ocasión, se encontró en una fiesta con un tipo que tenía a bien explicarle lo que ella había estudiado durante años. El señor, queriendo hacer conversación, le recomendaba un libro sobre ese tema, sin darse cuenta que estaba hablando con la autora de ese libro. En realidad, el señor no lo había leído, pero se había enterado de él de oídas. Con todo, le daba recomendaciones porque, desde luego, él sabría mucho más que ella. “Los hombres me explican cosas.” Ese ensayo que sería semilla de un libro abriría el espacio para una palabra que se ha vuelto central en nuestro tiempo y que no tiene una traducción agradable al español. Mansplaining: el hábito de un hombre de explicarle algo a una mujer de manera condescendiente. La actitud del macho que, con desdén, anula la voz de una mujer. El presidente le explica cosas a su candidata. Confiesa que sus iniciativas tienen un propósito electoral y que es importante que la gente sepa que hay dos proyectos. Acto seguido, invalida a la candidata como una persona capaz de marcar esa disyuntiva.
El paquete de iniciativas presidenciales son una brutal acometida autoritaria. Claudia Sheinbaum ha hecho suyo el proyecto de restauración autoritaria que llevaría al país a una concentración del poder como la que no ha conocido en décadas. La mujer que presume doctorado abraza un proyecto cuyo cimiento es el argumento de autoridad. Sheinbaum respalda la anulación de la Suprema Corte como cuidadora de la Constitución, como institución que vigila que cada poder se mantenga dentro del pacto fundamental. Apoya la eliminación de la pluralidad del Congreso mexicano para que la legislatura tenga forma de aplanadora. Renegando de las históricas exigencias de la oposición ante la vieja hegemonía priista y, en particular, de la izquierda democrática, Sheinbaum respalda una propuesta que nos regresaría, en términos de representatividad, a tiempos anteriores a López Mateos. Sheinbaum empuña, con el presidente, la motosierra neoliberal que terminaría debilitando al Estado, para beneficio de las redes de corrupción y los grandes conglomerados empresariales. Al respaldar la imposición presidencial, Sheinbaum es, objetivamente, promotora del presidencialismo autoritario, de la opacidad, del verticalismo y del capitalismo de cuates. Es, al mismo tiempo, enemiga del estado constitucional, del régimen de equilibrios y de la supremacía del poder civil sobre el militar. La antigua dirigente estudiantil, la mujer que se dice heredera del movimiento estudiantil de 1968, respalda el propósito de López Obrador de consolidar la militarización del país. Sheinbaum ha convertido en “base sustantiva” de su propuesta que los militares estén por siempre encargados de la seguridad pública, que la Guardia Nacional esté resguardada bajo el fuero militar, que las fuerzas armadas sean liberadas de los controles que aún sobreviven y que puedan realizar cuanta tarea se les encomiende.
Ese es el cheque que la científica del humanismo mexicano ha firmado.