Así como un “árbol que nace torcido jamás su rama endereza”, de la misma manera la Refinería de Dos Bocas nació en la opacidad y morirá en la penumbra.
Alguien, algún día, tendrá que explicar cómo fue posible que una obra presupuestada en 8 mil millones de dólares va a acabar costando cerca de veinte mil (actualmente y aún sin terminar, ya va en 16 mil millones).
Pero no sólo eso, sino que en su construcción haya violado las leyes del Servicio Público adjudicando sin licitación o en total opacidad 99 de cada 100 contratos otorgados: un récord infame en la Administración pública mexicana.
Es decir, en total opacidad y secrecía operan pese a que el dinero gastado proviene del erario, es decir, le pertenece a los ciudadanos.
Esto, sin exagerar, estimados lectores, equivale a algo monstruoso: pisoteando nuestras leyes, la transparencia y la integridad de los procesos de adjudicación, los directivos de Pemex se apropian del dinero de los ciudadanos y lo gastan como si fuese de ellos.
Peor aún: les entregan estos contratos opacos a “empresarios” morenistas, afines a ellos, sus cuates, de manera idéntica a lo que en su momento hizo Peña Nieto, y que por ello fue criticado y fustigado hasta el exilio.
Y aun con este tipo de comportamiento, el Tlatoani Tabasqueño presume que con él “se desterró la corrupción” y que su Administración “no es como las otras”.
¿Acaso será porque está resultando peor?
Preocupa mucho la ausencia total de recato, vaya, ni siquiera se toman la molestia en este Gobierno de disimular, su atropello presupuestal es descarado, retador: adjudican directamente, sin licitación, omitiendo el proceso mediante el cual se le constata al ciudadano que los dineros que aporta vía sus impuestos al erario están siendo manejados con la mayor pulcritud, apertura y eficiencia.
Eventualmente alguien, algún funcionario de alto nivel, tendrá que responder por estas ilegalidades, ser juzgado y recibir un castigo ejemplar.
Simplemente no podemos permitir los ciudadanos que se violen las leyes que protegen el uso y destino de los recursos que les pertenecen a todos los mexicanos y que quienes lo hacen acaben gozando de total impunidad.
Por si acaso se requería, he aquí una razón más de por qué es sano y deseable que exista la alternancia en el servicio público.
¡Para evitar tapaderas, disimulos y el tradicional barrido de la mugre bajo el tapete!
Lo que se requiere, estimados amigos, es que estos excesos, estas violaciones a la ley de adjudicaciones, sufran un escarmiento de proporciones bíblicas.
Un escarmiento que deje claro que a los servidores públicos se les juzga no por lo que dicen o prometen, y no por las mentiras que cuentan, sino por cómo actúan, por sus actos de Gobierno, por los hechos que consuman.
No basta -ni debe bastarnos- que nos digan cuán honestos son, lo humanistas y moralistas que se consideran, sino que lo digan por lo que con el dinero del pueblo hicieron.
Los hechos concretos, las decisiones palpables, comprobables.
Salta a la vista que entregarles obras por asignación directa a los correligionarios, o amigos de los hijos, no pasa o no se considera una buena práctica gubernamental en cualquier Gobierno primermundista.
Por supuesto que excluyendo Cuba, Venezuela, Nicaragua y otras dictaduras similares que tanto admira y procura emular este Mesías Macuspeño que tenemos, y que manifiesta un abismo más ancho que el Gran Cañón del Colorado entre lo que dice y lo que hace.
Siendo esto así, nos parece particularmente lamentable que quien escogió él como su sucesor ha decidido adoptar un discurso y prometer un desempeño de escalar la Presidencia que no será otra cosa más que “copia y calca” del actual.
Ni la molestia se toma la candidata del oficialismo de “escoger” cosas buenas que adoptar y otras que requieren ser mejoradas, o adaptadas para que funcionen mejor en beneficio de los gobernados.
No, a esta señora le impusieron un guion al que tiene que apegarse, obvio, es una receta al desastre, pues perpetúa todos los yerros, pifias y desatinos. y también ilegalidades, como la asignación directa de contratos millonarios a los cuates: vaya, ni la esperanza de una rectificación ofrecen.
RSV