A Carlos Urzúa, el patriota
Bertha Xóchitl Gálvez Ruiz nació en Tepatepec, Hidalgo, “pueblo de arcilla”, “pueblo de adobe”, el 22 de febrero de 1963. Hoy en día, a 60 años de distancia, dicho poblado ya cuenta con 11,000 habitantes. Xóchitl, es hija de Heladio Gálvez, profesor bilingüe de educación básica, originario del pueblo otomí, del Valle de Mezquital y de Bertha Ruiz, mestiza con raíces otomíes. Sus abuelos y padre hablaban hñähñu, una de las variantes del otomí. Por supuesto que nadie podría negar la nacionalidad mexicana de la hoy, afortunadamente, candidata del Frente Amplio por México. ¿Más datos para demostrar el origen magnético de Xóchitl? Para cursar la escuela secundaria en Mixquiahuala, se vio obligada a vender gelatinas en el mercado del pueblo.
Al buscar en internet encontré que “las mujeres que se llaman Xóchitl, nombre de origen náhuatl, transmiten poder y liderazgo, siempre logran sus objetivos. Casi siempre consiguen lo que quieren, gracias a su gran desempeño y sentido de responsabilidad. Son intuitivas y de buenos sentimientos, por lo que se ganan el aprecio de muchos fácilmente. No soportan las injusticias, siempre defienden a las personas vulnerables y más si les tienen afecto.” Xóchitl, ingeniera de profesión, ha sido una muy exitosa empresaria, ha padecido el sufrimiento de pagar la nómina, los impuestos y a acreedores y proveedores. Xóchitl es filántropa creadora de la Fundación Porvenir, enfocada a apoyar a niños con problemas de desnutrición en zonas indígenas.
Los grafólogos sostienen que los trazos de la firma de Xóchitl “son propios de una mujer dinámica, visionaria, de grandes sueños, aspiraciones e ideales que logra convertir en realidades, motivada por un espíritu perseverante y reformador que sigue sus instintos. Muestra agilidad mental y un razonamiento lógico con el que busca optimizar sus recursos y tiempo, por lo que es sumamente activa y práctica”. En relación a Sheinbaum aquellos llegaron a la siguiente conclusión: “solo hace lo que AMLO le ordena“.
¿Acaso AMLO no habría pensado en estrellar el espejo negro Tezcatlipoca contra uno de los muros de su lujosa habitación en palacio, por no haber puesto en su futuro a una candidata de origen otomí, ingeniosa, creativa, de gran carisma popular, mal hablada cuando se requiere, querida y respetada, dicharachera, conocedora de los suyos, capaz de llenar estadios, calles y plazas, sin echar mano ilegalmente de cientos de millones de pesos, propiedad de todos los mexicanos? Sheinbaum no pasa de ser una ominosa sombra de AMLO. ¿Qué hacer, Tezcatlipoca? ¡Ilumíname, todavía puedo cambiarla antes del 1 de marzo, pero por quién? ¿La enfermo? Sí, pero ¿dónde encuentro a alguien como ella? ¡Apiádate de mí! Tu espejo mágico solo proyecta imágenes del 2 de junio y del 1 de octubre, mismas que me niego a ver. No me puedo imaginar entregarle la banda presidencial a una mujer clasista y ladina, lo que quiera decir esto último. Prefiero morirme y que mi alma repose para siempre en el Tlalocan, en el paraíso mexica. Si eso has dispuesto, si eso me espera, ven por mí, gran Señor.
Xóchitl no necesita acarrear a nadie en contra de su voluntad y menos, mucho menos, a ciudadanos chantajeados y humildes, dueños, si acaso, de su miseria, ni requiere de la contratación de camiones ni de la adquisición de despensas para comprar voluntades electorales. Xóchitl no tiene que amenazar a los sectores económicamente vulnerables con la cancelación de sus beneficios asistenciales si no llegan a pasar lista en los mítines, organizados por López Obrador, un “Tata” despiadado, que se encuentra desesperado porque a diario comprueba que su candidata no vuela, no convence, no es simpática, no es carismática y, por el contrario, se irrita y condena sin un discurso propio. De nada sirvió el hecho de haber sobornado a varias casas encuestadoras para demostrar una falsa popularidad de Sheinbaum: la patética realidad, la catástrofe de la 4T, se impone minuto a minuto.
El ideal de AMLO sería contar con una Xóchitl como su candidata. Solo que el espejo negro de Tezcatlipoca proyecta el inicio de la reconstrucción de México, en tanto los tambores anuncian nuevas etapas de bienestar nunca antes vistas. De nada sirve romperlo. Todos repiten el grito de Hidalgo de 1810: “Mueran los malos gobiernos. Viva México.”