Al buscar definiciones de infamia, me encontré con los siguientes significados: “descrédito, desprestigio, deshonra, denigración, deshonor, maldad o vileza, ofensa, ruindad, indignidad, canallada, traición, ultraje e injuria. Los antónimos, el futuro próximo de México, son muy reconciliadores: nobleza, honor, respetabilidad, pundonor, hombría, respeto, integridad, rectitud, lealtad y decencia, entre otros más.
Más de 130 millones de mexicanos no nos merecemos un gobierno ni un partido político malvado, vil, ruin, ignominioso, indigno, inequitativo, abyecto, canallesco, traidor y abiertamente corrupto.
¿Malvado? ¡Sí! AMLO y la 4T estafaron a los pobres: hoy en día, existen 4 millones más de compatriotas sepultados en la pobreza, una cantidad ignominiosa que supera con mucho las cifras heredadas por otro gobierno putrefacto como el encabezado por Peña. Dejar desamparados, sin medicamentos y sin acceso a los servicios públicos de salud a 55 millones de mexicanos, los sectores más vulnerables de la nación, ¿no constituye una irrefutable villanía, una ruindad, como lo es la quiebra despiadada del Seguro Popular y del INSABI, cuyos fondos públicos se perdieron en la noche de los tiempos? ¿Y la “Honestidad valiente”? ¿Y el “Bienestar para todos?” ¿Y aquello de “Primero los Pobres?” La destrucción de la justicia social, ¿es la oferta de la izquierda mexicana?
¿No es una canallada imperdonable haber cancelado las estancias infantiles, en donde se alimentaba y educaba a los pequeñitos, mientras las madres se ganaban la vida? ¿No es denigrante y cruel que clausuraran los comedores comunitarios y los refugios para mujeres golpeadas? ¿No es una infamia atentar en contra del campo mexicano?
¿Alguien, en su sano juicio, va a votar por la “continuidad”, cuando cada 15 minutos asesinan a un compatriota, cada hora desaparece un mexicano y cada día asesinan a 12 mujeres? ¿Si para nuestra tragedia, llegara a producirse otra terrible pandemia, morirían, horror, otro millón de mexicanos víctimas de la burocracia sanitaria y del desprecio a la vida de los mexicanos? El “segundo piso de la 4T” implica insistir en la destrucción del sistema educativo, una ruindad, un ultraje de cara a las futuras generaciones que saldrán idiotizadas en un mundo agresivamente competitivo, al haber sido obligadas a aprender en libros de texto redactados por auténticos trogloditas que ignoran los tiempos modernos, la tecnología y la inteligencia artificial y que se expresan con sonidos guturales, mientras se golpean el pecho con ambos puños. ¿De eso se trata?
¿No es una traición de la peor ralea haber “crecido” a un escaso 1%, cuando la promesa era alcanzar un 4%, en tanto habrán nacido 9 millones de niños en este sexenio de la infamia? ¿No constituye una abyección haber contratado una monstruosa deuda que pagarán las futuras generaciones, como lo es haber entregado al hampa el 60% del territorio nacional y heredar un país quebrado que rehabilitaremos con sangre, sudor y lágrimas? ¿No es una villanía, una felonía suicida, heredar bombas de tiempo para despertar al México bronco, como si López Obrador deseara ejecutar la antigua venganza de Moctezuma? ¿Por qué no se ejecutaron obras de infraestructura hídrica para que tanto la ciudad de México, como el resto del país, no padecieran sed ni sufriéramos una amenazante catástrofe sanitaria, en lugar de realizar obras públicas inútiles y que nacieron quebradas, un desperdicio pernicioso de los ahorros públicos?
¡Cuánto trabajo costará recuperar el prestigio de la gran “marca México”! ¿Cómo haremos para deshacernos del crimen autorizado, recuperar la paz pública y el respeto perdido en los foros internacionales? Las fuerzas armadas deben volver a sus cuarteles sometidas a lo dispuesto por la Constitución, que está muy por encima de la inexistente “autoridá” moral de AMLO.
A partir del 2 de junio México estará obligado a reconstruir la investidura presidencial, reparar nuestro estado de derecho, consolidar la separación de poderes, invitar a todo el mundo a la nueva fiesta económica mexicana, hacer valer los derechos humanos, recobrar la confianza internacional a través de la reparación de nuestras instituciones. El 2 de junio, con Xóchitl, empezará el final del “sexenio de la infamia” y comenzará el de la integridad, el respeto, el decoro, el verdadero bienestar masivo que todos nos merecemos.