Qué tan blanda tiene la mano la 4T para tratar con los grupos criminales que otro diario de prestigio mundial, el Wall Street Journal, afirma que bajo el Gobierno de López Obrador han ampliado el territorio mexicano que dominan, tanto, que las detenciones CAYERON 10 veces en los cuatro primeros años de este “Gobierno”.
Cuando tomó el poder López en el 2018 se registraban 21 mil 700 detenciones al año.
En el 2022, en pleno auge amlista, apenas se lograron dos mil ochentas.
Casi DIEZ veces menos detenciones con AMLO que con sus antecesores, o sea que la Guardia Nacional, con todo y Sedena, opera más o menos como la carabina de Ambrosio: mano dura con sus “adversarios”, pero mano suave con los criminales.
Salta a la vista que, estadística y empíricamente hablando, la “estrategia” de “abrazos, no balazos” ha servido de invitación para que los narcohampones crezcan y aceleren su conducta antisocial, pues saben -lo ven, lo miran, lo sienten- que con el Gobierno morenista gozan de impunidad.
Seguramente ustedes, amables lectores, ya leyeron en publicaciones extranjeras una explicación: los narcoterroristas adquirieron “carte blanche” con este Gobierno a cambio de aportaciones cuantiosas de su dinero malhabido a las diferentes campañas que ha sostenido el Tlatoani Tropical, quien anda muy encamionado, pues le incomoda -y mucho- que le saquen al sol sus trapitos.
Sobre todo cuando se le exhibe a nivel mundial como un Presidente “narco friendly”, no parecen contentarlo ni siquiera las caravanas y hosannas que le lanza el Embajador de Estados Unidos, quien parece que trabaja para los intereses de la 4T y no los de Estados Unidos.
Quizás sea hora ya de que el Tío Joe Biden mande al tal Ken Salazar de vuelta a Colorado a cuidar sus vacas, pues ha mostrado tener el espinazo de un bloque de gelatina y se desvive en intentos por calmar al berrinchudo inquilino de Palacio Nacional.
Como si a Estados Unidos le importara mucho que este señor esté enojado porque le rozan su delicada piel las críticas en el extranjero, o se conozca algo sobre las investigaciones que ha conducido la DEA sobre cómo se trata a los grandes capos del narco y cómo corresponden ellos al afecto que les muestran desde el pico de la pirámide del poder en México.
¡Cómo ha de extrañar Biden a embajadores riñonudos como John Negroponte, que en lugar de doblar, enderezaban!
Jamás logrará Estados Unidos que se pare en seco el tráfico de fentanilo y metanfetaminas de México hacia ese país apapachando a quienes lo hacen posible con acuerdos en lo oscurito.
¡Flaco favor le hace Ken Salazar a Estados Unidos, y peor aún a los mexicanos, cuando le importa más contentar al macuspeño en su ira desmedida que lo desfigura que obligar al Gobierno de la 4T a frenar el trasiego de estos opioides sintéticos tan mortales!
(Por si no lo sabían, estimados lectores, el fentanilo, que es una sustancia con uso legítimo como analgésico, es entre cincuenta y cien veces más potente por volumen que la morfina y otros analgésicos).
Por ello Estados Unidos registra más de 100 mil muertes al año por sobredosis de esta sustancia, y esto es lo que ha llevado a la DEA a ponerse duro con nuestro Gobierno porque éste no hace su parte combatiendo el tráfico.
De hecho, recordarán que la misma persona que hoy defiende Ken Salazar, negó el año pasado que en México se fabricara la sustancia y negó también que se exportara a Estados Unidos desde aquí, aunque luego la evidencia lo hizo cambiar de son.
Intuimos que las cosas cambiarán pronto, sobre todo porque en marzo deja su cargo en el Consejo de Seguridad Nacional de Biden un señor, estilo Ken Salazar, que porta el muy mexicano nombre de Juan González, y quien aconsejaba al Departamento de Estado aplicar estrategias de “appeasement” (aplacamiento) con los tiranos latinoamericanos.
Este señor en general no ha hecho más que regar el whisky en la alfombra persa nueva de la sala en las políticas que el Gobierno de Biden ha adoptado con los dictadores latinoamericanos, entre los que se suma ya el Tlatoani Tabasqueño, pues demócrata, lo que se dice demócrata, no es, pues sus acciones y reacciones son propias de un autócrata y no de un demócrata.