No comenzaron juntas conmigo, todas estábamos diseminadas en otras ciudades viviendo nuestras propias historias y por azar la vida nos acercó, nos reunieron nuestras similitudes, nos unificaron como una forma especial de darnos lo que nos estaba haciendo falta. Algo similar a como se agrupan los árboles en los bosques o en las selvas, las nubes en el cielo, la arena junto al mar, siguiendo un orden preestablecido para que todo esté en su lugar, algo así sucedió con nosotras.  

Nunca he pensado que pudiera darle mi amistad a cualquier persona, porque hay cosas que no van conmigo, y que definitivamente no pasaría por alto para poder convivir. Me he preguntado qué tienen mis amigas en común que las hace especiales para mí, podría decir muchas cosas, pero caería en el dilema de cuál virtud enumerar primero.  

No van por ahí vestidas de grandeza, no alardean con la fatuidad que repelo mostrando preferencia por unos valores que no son los míos, más bien, poseen la sinceridad que admiro y un corazón para guarecerme cuando requiere reparaciones el mío.

Lo expongo con palabras, con cuidado porque estoy hablando de él, que está constituido por  un material tan frágil que sobrepasa al cristal o la porcelana y corre el riesgo de fracturarse en mil pedazos, cuartearse como las grietas en el hielo, y de ser así, inevitablemente podría sucumbir en las aguas heladas sin salvación alguna, hundirme en la indiferencia del sinsentido de la que ya no hay salvación alguna. 

Mas con ellas estoy a salvo, me siento segura, podría atreverme a opinar que el mundo en su orden sabio, nos fue acercando como esas piedras que van rodando hasta juntarse por los caminos, y  aunque no haya leyes escritas que comprueben esto, el tiempo lo decidió así  propiciando nuestra amistad, de la misma manera dividió continentes que no podían continuar unidos.

Tienen sus particularidades ya que cada quien es diferente, me gustaría describirlas en su unicidad pero requeriría mucho espacio, solo diré que tienen un gran corazón, una enorme capacidad de amar y comprender que es para mí lo más valioso. También podría decirte sus nombres pero no sé si les disguste que lo haga, porque les gusta la discreción y no quiero tener dificultades, pero esto no tiene importancia, ellas saben quiénes son, y al leer esto están sonriendo complacidas.

No emprendimos juntas el viaje, más en algún momento hubo un punto de reunión, porque era necesario que compartiéramos nuestras palabras y no se las llevara el viento vacías. 
Hay lazos que no dan los genes, cintas que se atan en minutos compartidos cuando se necesita darle voz al corazón, y ese, tal vez sea el mayor regalo. Por escucharme con empatía, comprenderme, por hacer más bello mi mundo y mil cosas más, muchas gracias amigas mías.

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