Y mientras aquí perdemos el tiempo en pentontadas, el mundo externo rueda y avanza vertiginosamente. Ejemplo impactante de cómo la tecnología escala en preponderancia, y cómo está cambiando el mundo, lo indica el éxito inaudito de la empresa privada Nvidia. Este mundo es uno para el que México no se está preparando, pues nuestro Supremo Politburó tiene puestos sus ojos en el pasado y no en el futuro.
Nvidia, cuyo valor de mercado ya alcanzó los 2 millones de millones de dólares, colocándola en la estratósfera junto con Apple y Microsoft, es una empresa privada fabricante de chips avanzadísimos, ubicada en Santa Clara, California, con 30 mil empleados, y cuyo desempeño explosivo rompe todo paralelo previo.
Cuando todo el planeta (excepto los rezagados de siempre: Cuba, Venezuela, Nicaragua, Bolivia, Somalia, etcétera) se prepara para un escenario dominado, conducido y administrado por la Inteligencia Artificial, aquí producimos y quemamos combustóleo y “grandes gurús” como Manuel Bartlett aseguran que la CFE nunca ganará dinero. (En manos de ellos no, pero cuando la administraba Tito Elías arrojaba muy buenas utilidades).
Volviendo a Nvidia, la cual nos da envidia: en el 2023 triplicó el valor de sus acciones y en lo que va del 2024 las ha incrementado un 60 por ciento adicional. Nvidia fabrica GPUs (graphics processing units), unidades de procesamiento gráfico, que son chips que se emplean tanto para videojuegos como para imprimirle capacidad a la Inteligencia Artificial. Sus chips son los más avanzados, así que la demanda crece exponencialmente.
La empresa fue fundada hace 30 años, junto con dos amigos, por Jensen Huang -quien trabajó cuando era joven en Denny’s como lavaplatos y mesero-, nacido en Taiwán, pero educado en Estados Unidos como ingeniero eléctrico, y sacó una maestría de Stanford, la universidad a la que jamás podrían entrar los “genios” de la 4T porque no les alcanza la carga neuronal. Y además porque tienen la arraigada cuan falsa creencia que para ser un ente productivo no se requiere una educación avanzada, jajajaja.
Pero divagamos. Huang, de 61 años, dueño de Nvidia, logra un valor personal de sesenta mil millones de dólares, y ha hecho cuantiosas donaciones a sus alma maters para impulsar la enseñanza de la ingeniería eléctrica. (Quizá Bartlett y Nahle deberían inscribirse en esos cursos, o su jefe que pronto tendrá tiempo libre de sobra).
Nuestro punto hoy es que una empresa como Nvidia nunca podría surgir de un proyecto gubernamental, jamás podría ser una paraestatal, monopolio o no. Sólo el emprendedurismo privado puede lograr éxitos tan impactantes. Los gobiernos son malos administradores; no es coincidencia que las empresas más rentables del mundo son privadas. Podemos medir lo desastroso que resulta que estos señores de la Cuarta Trastornación estén metidos en un proceso de estatización.
Todo lo quieren hacer como Gobierno: operar aerolíneas, distribuir medicinas, aeropuertos, litio, sal, generación de electricidad, ello pese a que sufren el estrepitoso fracaso de Pemex como monopolio gubernamental; recibe recursos directos del Gobierno y no obstante es incapaz de reducir su deuda o de incrementar la producción de crudo. Lo que sí aumenta es la producción del prohibidísimo combustóleo.
Otras empresas mundiales como Aramco, Exxon, Shell, BP, ganan dinero a manos llenas y Pemex sigue siendo la petrolera más endeudada del mundo. Lo peor de todo es que esta tendencia estatista continuará si gana las elecciones la delfina del Tlatoani Tabasqueño. Ella es más comunista que su jefe y mentor, es más radical, más izquierdizada -y por tanto obsoleta- que quien hoy ha empinado a México (y a Pemex y a la CFE y a tantas cosas más); ella no cree en el poder explosivo del emprendedurismo privado, de los incentivos individuales trabajando en bien de la colectividad.
Sin el talento de hombres como Jensen Huang, Estados Unidos no sería el líder mundial en tecnología que es hoy. ¿Y nosotros a quién tenemos impulsando nuestro progreso? ¡A dinos como Bartlett!