La guerra en Ucrania está trastornando los mercados de energía. Por lo pronto, Alemania se ha quedado sin el gas que le suministraba el régimen ruso. Esto también será muy problemático para países como China, que importa casi toda la energía que consume. 

En otros momentos la guerra sería una mala noticia para Estados Unidos. Ya no más. La revolución de la tecnología shale y el descubrimiento de que es en Norteamérica donde existe el mayor potencial para obtener petróleo y gas mediante este procedimiento ha cambiado la ecuación a favor de los intereses de Washington.

La independencia de Estados Unidos en materia energética es uno de los acontecimientos geopolíticos más determinantes de este siglo.

Nuestro país puede aprovechar esta circunstancia para su propio desarrollo. Pero para eso necesitamos cambiar radicalmente la política energética impulsada por el presente gobierno.

En primer lugar, hay que estar ciertos de que existen límites a lo que puede hacer una empresa estatal para impulsar el desarrollo de un país. Sobre todo cuando la pretensión es liquidar el mercado energético en favor de monopolios gubernamentales.

En segundo lugar, hay que aprovechar nuestra propia capacidad para producir gas de lutitas (shale) en yacimientos no convencionales. Hoy por hoy, esto no se puede hacer debido a que lo tiene prohibido este gobierno, amparado en una supuesta preocupación ambiental. Curioso que un régimen al que no le ha interesado la ecología pretenda frenar el desarrollo industrial y la soberanía energética de nuestro país.

Desde luego que antes de utilizar esta tecnología es necesario realizar los estudios de impacto ambiental para reducirlo al máximo. Nuestra prosperidad debe ir de la mano del cuidado del medio ambiente.

El tercer punto, tiene que ver con esto. México debe convertirse en uno de los líderes en el uso de energías limpias y la inversión en ellas debe aumentar. Se dice que nuestro país está privilegiadamente ubicado para aprovechar energías como la eólica o la solar.

En cuarto lugar, PEMEX debe ser reestructurado para evitar que siga operando sin atender a la racionalidad económica y, así, deje de endeudar más al país. Ninguna empresa sobrevive gastando 14 de cada 100 pesos al gasto de su deuda.

En quinto lugar, hace falta democratizar el acceso a la energía. Hoy el 36.7 por ciento de los hogares mexicanos están aquejados de lo que se denomina “pobreza energética”, es decir, no tienen acceso al mínimo nivel de energía para poder tener una
vida digna.

En sexto lugar, hay que aprovechar el fenómeno de la relocalización de empresas (el nearshoring) para reorientar el uso de nuestra energía, de tal manera que esta sea bien aprovechada en beneficio de la nueva infraestructura industrial orientada a la
exportación.

Cualquier plan a futuro para lograr nuestra prosperidad energética tendrá que tomar al menos estos puntos. De otra manera, no podremos elevar el vuelo.

 

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