Ha resultado muy comentado el lapsus que tuvo la candidata Sheinbaum cuando se le perdió momentáneamente el hato caprino y afirmó en un discurso “¡Que siga la corrup…!”, para corregir de inmediato, agregando: “¡…la transformación!”.

Sirva de pie este rollo de la “transformación” para comentar cómo no existe para nada “transformación” alguna en México. ¿Acaso la ha habido en el sistema de salud? ¿Hay más medicinas, más camas de hospital en el IMSS, mejor servicio, mejores médicos… elevadores que siquiera no se caigan?

Pues no, no hay: dijo el Tlatoani Tabasqueño que para este mes México tendría un sistema de salud igual o mejor que el de Dinamarca. Por favor, al reírse no se vayan a herniar el tórax. Cuando mucho, el sistema de salud se podría comparar con el de Somalia: ni cambiando el plazo le quita la burla a lo dicho, quedan plasmadas las palabras como un embuste engañabobos.

Hablemos de seguridad: ¿se ha reducido la violencia en este sexenio de “abrazos, no balazos”? ¿Con qué cara afirma la delfina que sus adversarios “buscan la guerra” y ella la paz? ¿Cuál paz hay en México? Este sexenio sentará un récord histórico de asesinatos dolosos… ¿a esto le llaman paz? Grandes franjas de nuestro territorio están en poder del crimen, ¿es esto un logro digno de presumirse?

Hablemos luego del traspiés de “¡Que siga la corrupción!”: ¿qué onda con el fraude millonario en Segalmex?, ¿qué investigación hay de los contratos otorgados por dedazo a los amigos de los hijos del Presidente? ¿Qué justificación hay de que en este sexenio alrededor del 90 por ciento de contratos de obras y compras otorgados han sido por asignación directa, sin licitación y opacados totalmente con pretextos bobos e ilegales?

Convendría que nos dijera la señora Sheinbaum si cuando habla de “transformación” considera como parte de ésta a la militarización de México, la entrega casi total de la operación del País a los militares: aeropuertos, puertos, aduanas, distribución de medicinas, obras públicas, mantenimiento de carreteras.

Alinearse con los dictadores socialistas como Díaz-Canel, Ortega, Maduro, Morales y otros que violan los derechos humanos de sus pueblos pisoteando la democracia, ¿acaso es “transformador”?

¿El estrepitoso fracaso económico y operativo de Pemex contiene alguna pizca que asemeje una transformación positiva? La Cuarta Transgresión ha “transformado” a Pemex pero para convertirla de un monopolio estatal que se mantenía con las narices arriba del agua, en una empresa que se ahoga en deuda y en la improductividad.

Habían prometido que para el 2024 Pemex iba a producir 2.6 millones de barriles diarios. ¡Eso dijo el Presidente!, ¿y cuál es la “transformación”?: que en el 2023 tan sólo produjeron 1.588 millones de barriles diarios, la cifra más baja en los últimos trece años.

Adicionalmente, refinaron gasolina un 1.5 por ciento menos que el año anterior, con un uso de sus refinerías apenas superior al 48 por ciento, pero con un 30 % de producción del venenoso combustóleo. Todos los números de Pemex son nefastos: bajo la administración de la “transformación”, lejos de mejorar ha empeorado.

En general, todo lo que administra el Gobierno ha sufrido deterioro: ser grillo no es lo mismo que ser un buen administrador de los bienes públicos.

Ahora, lo que significa “¡que siga la corrupción!” implica emplear fondos públicos para la promoción de la candidatura oficial, seguir con la opacidad, con los contratos para los “amigos”, hacer a un lado las leyes de licitaciones, desterrar el manual del servidor público que les exige transparencia y apegarse a la rendición de cuentas hacia los ciudadanos cuyo dinero gastan, tiran o desvían, como si fuese suyo.

Nuestra modesta y humilde opinión es que Sheinbaum requiere cambiar su discurso: los mexicanos no queremos que continúe la corrupción. Queremos mejorar, más honradez, más transparencia, más apego a las mejores prácticas democráticas, menos odio, cero división. unidad es lo que se requiere: sumar y no restar.

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