Me platicas que te has puesto a hacer un recuento de hechos concatenados que nos acercaron, y así como lo mencionas, pareciera ser el azar el que nos unió, casi sin darnos cuenta, tejió nuestra amistad que ya estaba en sus planes. Primero se valió de los hilos, separó los tonos y pensó en un diseño, después, acomodó nuestras vidas en su telar con cuidado, porque las mejores cosas se hacen sin prisa, es sabido que es mejor dar pasos quedos y hacer las cosas con calma para no provocar un percance.
Rectifico, no, no es un artesano cuidadoso, más bien es un artista prodigioso que nos mueve como peones del ajedrez en el tablero de su creación y hace jugadas maestras.
Y ahora vemos, que lo que pareciera fruto de la casualidad, era un plan estrictamente escrito al que no le faltaba una coma. Me gusta mirarlo así, respeto a quien piensa diferente, más yo creo que nuestras vidas están predestinadas, y que a las horas no se les puede añadir un solo segundo.
Habrá quien diga que contamos con el libre albedrío, y que las historias pueden escribirse de forma diferente según las decisiones que tomemos. En nuestro caso, fueron nuestras similitudes las que nos unieron, como esos conjuntos que en la escuela rodeábamos en un círculo para ordenar cosas semejantes. Así me siento hoy.
Prefiero pensar que soy parte de un plan maestro y no fruto del sinsentido, he aprendido que la sed de mi corazón se calma con sucesos extraordinarios, ¿y acaso no lo es, que de entre millones de habitantes del planeta, seamos nosotras las que coincidimos?
Claro, acepto que hay pruebas a las que nos sometimos mutuamente, como examinar nuestra forma de pensar y de actuar. Lo demás se fue dando solo, la empatía acudió pronto a nuestro corazón, el viento acercó en una ráfaga nuestras palabras de antaño que creímos que se habían perdido para siempre, y pudimos escucharlas de nuevo.
¿Te das cuenta? Respiramos palabras, caminamos entre letras transparentes, compartimos el espacio con ellas, se amoldan a la forma de nuestro cuerpo y al girar de nuestros brazos, es como moverse entre nubes invisibles que no arrastrara el viento. Por el contrario, su sonido se acumula en nuestro mundo, algunas de ellas, se enraízan en los corazones y florecen, otras lo marcan con fuego candente, así pues, vamos por ahí señalados con piedad o herrados con furia y saña. Y aunque te parezca increíble, es tal el poder de las palabras benévolas, que las escoge nuestra alma aunque su sonido resulte imperceptible, pues tienen la resonancia de otro corazón y lo necesitamos para seguir viviendo.
Sí, no somos fruto del azar, somos un conjunto de personas que necesitaban conocerse para hacer su existencia mejor. Según mis teorías, está aquí el misterio que propició nuestra amistad y nos cercó con una línea de vida. Pudiera seguir con mis elucubraciones de tarde que me llevarían al mismo punto de partida, sea como sea, agradezco, de verdad, mil gracias.