El Cártel Jalisco Nueva Generación había elaborado una lista de 15 objetivos de agentes de la fiscalía del estado de Jalisco a los que pensaba asesinar. Lanzó un operativo coordinado en la zona metropolitana de Guadalajara. Logró atacar a tres elementos y asesinar a dos. Un comando entró más tarde al Mr. Bar de Acapulco, en Guerrero, y dejó a once personas tendidas. Seis de ellas perdieron la vida ahí mismo.

En Uruapan, Michoacán, dejaron colgados sobre un puente vehicular y abandonados en la calle 19 cadáveres. Seis de ellos, metidos en bolsas, estaban sin pies, ni manos, ni cabezas.

En el bar Caballo Negro de Coatzacoalcos, Veracruz, sicarios encerraron a 28 personas y luego le prendieron fuego al establecimiento. En Tepalcatepec, Michoacán, 18 encapuchados del Cártel Jalisco anunciaron que entrarían a matar sus rivales. Tomaron Tepalcatepec durante cuatro horas. Dejaron 9 muertos, 11 heridos, vehículos en llamas y casas acribilladas.

En La Primavera, municipio de Zapopan, colectivos de búsqueda encontraron la mayor fosa clandestina de Jalisco. Habían inhumado ahí 40 cuerpos. En Ixtlahuacán de los Membrillos fueron halladas bolsas de plástico con los cadáveres de 20 personas.

En Empalme, Sonora, 15 camionetas del crimen organizado entraron a la ciudad al grito de “¡Pura Gente Nueva!” y quemaron y acribillaron varias casas. Buscaban al “encargado” o jefe de plaza de un grupo rival. El saldo fue de varios muertos y familias llorando en la calle. Cinco patrullas que iban a cumplir un mandamiento judicial fueron emboscadas en El Aguaje, Michoacán. 13 policías perdieron la vida, 9 más resultaron heridos, se habló de 7 agentes “levantados”.

26 cuerpos fueron hallados en fosas ubicadas en la Ostionera 2, en Puerto Peñasco, Sonora. Nueve integrantes de la familia LeBaron fueron asesinados y quemados a sangre fría en un camino de Bavispe. En Uruapan, sicarios de Los Viagras entraron a un local de maquinitas e hicieron 65 disparos. Mataron a cinco muchachos de 12, 13, 14, 17 y 18 años, así como a tres adultos.

Gatilleros de Guerreros Unidos entraron a la plaza de toros de Zacacoyuca y mataron a cinco, entre ellos, un comisario ejidal.

Pobladores de Córdoba, Veracruz, quedaron encerrados durante cuatro horas en centros comerciales que bajaron sus cortinas. La detención de un jefe criminal desató el caos y el pánico en la ciudad: las balaceras, las persecuciones, los enfrentamientos se dieron en varias calles. “Van a seguir su desmadre hasta que no lo suelten”, se leía en un mensaje de WhatsApp.

Los medios se enteraron de la existencia de San Lorenzo Chachapa, en Puebla, el día en que aparecieron ocho cuerpos descuartizados en un tiradero de escombros. Los restos fueron llevados a ese lugar por un camión de volteo, y uno de los cuerpos portaba ropas con insignias de la policía estatal.

Una llamada de auxilio llevó a la policía hasta Chuhichupa, Chihuahua. En ese sitio había 17 cuerpos con impactos de bala en la cara y en el cuello. Era el saldo de una emboscada planeada por La Línea, brazo armado del Cártel de Juárez.

12 cadáveres apilados en una camioneta fueron encontrados en Huetamo, Michoacán. Las víctimas habían sido acribilladas con armas largas luego de un enfrentamiento entre La Familia Michoacana y el CJNG. A una de estas le habían amputado las dos manos. Una de esas manos apareció en Carácuaro, a cuatro horas y media de distancia. En esos días José Dolores Villegas, El Iraquí, líder de Los Aztecas, ordenó la muerte de 20 personas relacionadas con el narcomenudeo en Ciudad Juárez, Chihuahua.

El horror siguió: 17 personas fusiladas en San José de Gracia, Michoacán; 6 ejecutados en Pinos, Zacatecas; 15 bolsas con cuerpos descuartizados halladas en El Salto, Jalisco; 10 personas ejecutadas en León, Guanajuato; 10 personas asesinadas en un bar de Tarimoro, Guanajuato; 20 personas ejecutadas en San Miguel Totolapan, Guerrero; 9 acribillados en un bar de Apaseo el Alto, Guanajuato.

86 bolsas con restos humanos localizadas en Tlajomulco de Zúñiga, Jalisco. Restos humanos de al menos 10 personas enterradas en un predio de Ziratécuaro, Michoacán; 39 migrantes asfixiados y calcinados en una estación migratoria de Chihuahua.

Siete personas ejecutadas en San Pedro Chenalhó, en Chiapas. 55 fosas con 92 restos humanos halladas en Tecomán, Colima; 27 personas más inhumadas clandestinamente en un predio de Ciudad Victoria, Tamaulipas; seis cadáveres de adolescentes localizados en Malpaso, Zacatecas, y restos de cuatro personas calcinadas encontrados en Lagos de Moreno, Jalisco.

Hallazgo de una fosa en Tacámbaro, Michoacán, en donde se han contabilizado al menos 80 cuerpos completos; cuerpos desmembrados arrojados a un costado de las letras turísticas de Cazones de Herrera, Veracruz (el número exacto de las víctimas aún se desconoce) y tres elementos de la Guardia Civil, entre ellos una comisaria regional, decapitados en Pátzcuaro.

Aumento de los homicidios en 15 estados: en Chiapas, el aumento fue de 61%; en Campeche y Nayarit de 18%; en Querétaro y Tamaulipas, de 35 y 33% respectivamente.

He hecho aquí un recuento parcial de lo ocurrido en México en los últimos cinco años. Desde los primeros meses del gobierno de AMLO, cuando se acumulaban ya los primeros 30 mil homicidios, el poeta Javier Sicilia se refirió al país como “la casa ensangrentada”, y advirtió que la consecuencia de los abrazos sería la misma que la de los balazos: sufrimiento, indefensión y muerte.

La cuenta supera hoy los 180 mil asesinatos. Un mínimo recuento pone de relieve la gravedad de lo que se vive en México.

Pero esa pesadilla, al parecer, es sólo la de unos cuantos. Leo, como en un sueño, la postura de negación del desastre adoptada por la candidata del oficialismo. “No hay miedo en el país… Quiere la oposición decir que hay miedo. No. No es lo que yo he visto en el país”, declaró ayer Claudia Sheinbaum.

Malas noticias para quienes viven con la bota en el cuello.

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